Se presentó para Madrid el marzo pasado una temporada inimaginable en el Teatro Real hace tan sólo dos años. Estamos hablando de espectáculos y tipos de espectáculos que se contaban en los medios y sucedÃan en otros lugares. Espectáculos que, a veces, de forma tangencial o de rondón, se colaban en la programación de este teatro o en los festivales aledaños de Madrid. Y, como siempre, se escuchaba más a los que protestaban que a los que disfrutaban del mismo y aplaudÃan. Intentos hubo de espectadores de toda la vida, que se consideraban valedores del buen gusto operÃstico, con los contactos e influencia suficientes para hacérnoslos saber, que intentaron rebelarse como Agustina de Aragón contra ese extranjerismo de parvenus que les estaba pervirtiendo ese buen gusto. Por eso, dos datos económicos, que no tienen que ver con la propuesta artÃstica sino con el comercio de lo artÃstico, con el mercado, se han vuelto tan importantes para argumentar en contra de la etapa Mortier. A saber, que el 20% de los abonados se han dado de baja y que han tenido que aumentar la edad de los descuentos para jóvenes hasta 30 años. Descuentos que ya querrÃan muchos y muchas de más de 30.
Bien. Siguiendo con lo comercial. Que una propuesta considerada tan vanguardista que sólo podrÃa interesar a unos pocos mantenga un 80% de renovación de abonos, se podrÃa interpretar como que el público madrileño y, seguramente, el español pues mucha gente se desplaza desde otros lugares del paÃs para ver y escuchar ópera, da un voto de confianza a la propuesta de Mortier. Seguramente porque por fin podrán tener acceso a esos espectáculos con pinta de acontecimiento teatral y, por supuesto, musical que sólo se conocÃan en los medios. El 80% no parece una minorÃa, sino la mayorÃa de los abonados. Con menos porcentaje de votos se ganan unas elecciones para dirigir un paÃs, una comunidad o un ayuntamiento donde, en los paÃses democráticos, los votantes se juegan su calidad de vida y, seguramente, su felicidad. Asà que primera idea, la gran mayorÃa ha aceptado la propuesta mortiertiana (no se debe olvidar que rima con mozartiana). Por cierto, es la única venta que baja que no se achaca a la crisis económica que se padece en Europa. La verdad es que resulta meritorio que este director artÃstico haya conseguido que se olvide este detalle, lo que no es falta de mérito.
Y lo del descuento va más allá de llenar unas butacas que pudieran quedarse vacÃas. Reconozcámoslo, en un paÃs donde el mileurismo y el paro juvenil campan a sus anchas, es difÃcil poder rejuvenecer a los públicos operÃsticos al precio que cuesta una entrada. Y sin ese rejuvenecimiento, se acabarán sus espectadores y, sin público, no habrá espectáculo. Ni para los mayores de 30 ni para los menores de 30. Asà que bienvenido sea el descuento si es capaz de crear una afición y unos profesionales exigentes y conocedores de todo aquello que si sucede fuera se aprecia pero que si sucede aquà se desprecia como moderneces o, en el mejor de los casos, como algo contemporáneo y, por ende, olvidable. Cuando todo lo que se representa hoy es, nos guste o no, contemporáneo nuestro y no de la época en la que se escribió. Y el único motivo de que se represente hoy es que lo que cuentan nos resulte contemporáneo.
Todos los que arremeten contra Mortier harÃan bien en leer su libro Dramaturgia de una pasión (Editorial Akal, 2010). Por supuesto que el resto de interesados en la ópera, en la música y en el teatro, también. Pero a los primeros les servirá para perder sus miedos. Descubrirán a una persona que conoce el medio, que sus propuestas no son superficiales o una pose, sino una posición en el mundo operÃstico y musical. Y que, por ahora, sólo propone obras y métodos de trabajo que le llevan reportando éxitos artÃsticos, con la idea del teatro como lugar de foro público, y que, por supuesto, también le han proporcionado los éxitos comerciales que han permitido contentar a gestores de lo público y polÃticos. No olvidemos que la ópera en Europa, donde siempre ha trabajado, está fuertemente subvencionada por los gobiernos sean de la ideologÃa que sean.
Entre las cosas que dice en el libro, no se puede pasar por alto una reflexión que hace repetidamente: los teatros de ópera no dedican más del 15% de su programación a la ópera del siglo XX y a la nueva creación, aunque ambas tienen una calidad incuestionable y sus temas y sensibilidades son más cercanas al espectador de hoy. ¿Es asà como se pretende animar a los músicos y librestistas actuales a hacer una ópera? Y, ¿qué posibilidades tienen todos los que intervienen en una ópera, desde el director de orquesta al director de escena, desde la soprano hasta el coro, de ampliar su repertorio y desarrollarse musicalmente para dar lo mejor con dichas obras? Y, ¿qué posibilidades se le da al público de conocerlo como conoce, por ejemplo, La Traviata? Tal vez, el público de ópera, al menos una parte de ese público, se está comportando como los niños pequeños que ven una y otra vez el mismo capÃtulo de dibujos animados, la misma pelÃcula o escuchan la misma canción. Esa infancia que oye una y otra vez el Cantajuegos y que es de esperar que supere. Como los adolescentes deberÃan superar la radiofórmula y sus éxitos comerciales. Eso no significa que haya que despreciar la música popular. De hecho, muchos de los grandes compositores y libretistas han añadido canciones populares de su época a sus obras. Y, no olvidemos, que algunas de las canciones y músicas de las óperas también se convertÃan en populares y estaban en la cabeza y en la boca de muchas personas.
Como refiere Mortier, las discográficas y las estrellas operÃsticas no han sido un factor inocente en esta situación. Aprovechando la reproductibilidad de la música han sido capaces de establecer cánones musicales que hacen que si la música no se escucha igual que en el disco, CD, mp3 o Blu-ray al público le cueste aceptarla. Más enfocadas en la calidad técnica del sonido han olvidado que la ópera es interacción de un gran y complejo equipo en un escenario y con los espectadores. Y, lo peor, se lo han hecho olvidar al público. A lo que hay que añadir, que su interés económico les ha llevado a repetir y repetir grabaciones de óperas como si fueran distintas siguiendo la fórmula Karajan, ofreciéndolas como ediciones definitivas. AsÃ, la ventaja que tenÃa el poder escuchar música casi en cualquier sitio y en cualquier momento, lo que contribuÃa a su difusión y a crear afición, se ha vuelto en contra de la ópera. Porque ¿cuántas Traviatas es posible comprar y escuchar? Se podrÃa decir que las óperas han dejado de ser dramma per musica, tal y como se las definÃa en los tiempos de Monteverdi, para ser musica per musica. Y en este caso ¿hay alguien por ahà que no sea profesional o estudioso al que realmente le interese esto cuando lo piensa friamente?
Recuperar, pues, la ópera para los ciudadanos de hoy en dÃa en España es el programa que trae Mortier bajo el brazo. Dejar atrás ese canon comercial del virtuosismo técnico que se le ha impuesto al espectador habitual, como se le imponen anteojeras a los animales de carga para que no se desvÃen del camino. Pues la ópera nunca ha dejado de ser un arte polÃtico, es decir, de la polis. El foro donde los ciudadanos se plantean qué es lo verdaderamente humano. Pregunta a la que sólo se puede dar respuesta desde hoy, con propuestas operÃsticas contemporáneas de nueva creación ya sea con materiales anteriores a nuestra época (y asà propone una Elektra de Strauss con escenografÃa de Anselm Kieffer o Choeurs de Platel) o con materiales recién creados (y asà propone The Life and Death of Marina Abramovic de Antony y William Bansinski). El foro entendido como el espacio escénico creado por todos los artistas que intervienen en el proceso, empezando por el arquitecto que construye el teatro o lo modifica y quienes se lo encargan, y que facilitan la posibilidad de ese debate para los ciudadanos. Polis, en este caso, madrileña en la que ya se está debatiendo lo que es o deja de ser un teatro de ópera, lo que debe o no programar, cuáles son las funciones y el método de trabajo de los equipos artÃsticos implicados en sus propuestas y cuáles deben ser sus espectadores. De manera tal que el debate está saliendo poco a poco del ámbito del profesional y del abonado y, aquellos que hasta hace bien poco miraban al Teatro Real y bostezaban sólo de pensar que podÃan invitarles a estar allà metidos durante unas cuantas horas, empiezan a interesarse y preguntar a sus conocidos aficionados a la ópera sobre lo que está haciendo Mortier en el Real. Y lo que está haciendo es montar un gran espectáculo contemporáneo al que los que se han ido volverán, pues no hay nada que guste más al recalcitrante aficionado de ópera que participar de un gran espectáculo. Y la temporada que comienza y las que se intuyen prometen darlo para un público y unos profesionales de hoy en dÃa.
Información
Dramaturgia de una pasión / Gerard Mortier
Santiago Salaverri (trad.)
Akal, 2010
ISBN: 978-84-460-3185-7
Precio: 22 EUR
Referencias
- Programación de la temporada 2011-2012 del Teatro Real (en español)
- VÃdeo sobre la presentación de la programación del Teatro Real en rtve (en español)
- The life and death of Marina Abramovic I
- The life and death of Marina Abramovic II
- The life and death of Marina Abramovic III
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