La tentación de escribir Un pequeño curso particular para mi amigo Gerard Mortier es grande tras asistir a la representación de Rise and fall of the city of Mahagonny en el Teatro Real en versión escénica de La Fura del Baus. Sería un título pretencioso para un artículo. Tan pretencioso como el montaje citado y todo el ruido mediático que se ha producido alrededor. Sin embargo, Brecht escribió un pequeño curso para su amigo Max Gorelick, pero cuando él lo hizo Brecht ya era Brecht. En dicho texto se puede leer con respecto de los espectáculos lanzados al mundo, en el período de entreguerras, desde Broadway y Hollywood: “La manera […] puede que sea muy artística pero solo sirve para combatir el insoportable aburrimiento que provoca en cualquier público la repetición constante de la mentira y la estupidez. Esta «técnica» se emplea y se desarrolla para despertar el interés por cosas e ideas que no son del interés del público.”(1) A todo el que conozca este texto le estaría resonando en la cabeza durante una representación que se proponía rompedora y moderna.
Encargar un montaje hoy en día a La Fura del Baus sólo tiene un objeto. Aprovechar el tirón mediático de los mismos para la venta de entradas. Cosa que Mortier ha comprobado ya suficientemente en los teatros o bienales que ha dirigido con anterioridad. El fracaso es grande, cuando el planteamiento es llevar el teatro, en este caso en su formato de ópera, a la arena pública. La Fura es y siempre ha sido una agrupación artística que, recuperando la terminología brechtiana, se puede calificar de burguesa. Siguiendo al mismo autor, el calificativo les vendría bien porque “[…] Produce por «arte de magia» la ilusión de que refleja hechos de la vida real para conseguir conmociones más o menos primitivas o sentimientos vagos que han de consumirse en la realidad en sustitución de las vivencias psicológicas de un público impotente y deformado.”(1)
Y así ha sido lo que ha ocurrido, creando un basural sobre el que crecerá la mítica ciudad de Magahonny, esa red de araña, que es lo que significa su nombre, que atrapará a los hombres, de los que es más fácil sacar oro que de los ríos . Y creando el mito, se ha abandonado todo lo que es individual, particular y humano. Dejando la discusión del lado de lo meramente artístico. Se ha hablado de si era o no una ópera. Si Measha Bruegguergosman era o no la cantante adecuada para Jenny en función de su voz, sobre la que todo el mundo tenía una opinión que evitaba decir, ya que la prensa experta la había sacralizado como la mejor opción (¡qué falta de información!). Y, a partir de ahí, una vez establecida la clasificación, aceptado el canon impuesto, un simple me gusta o me disgusta por parte del público. Que en muchos casos ha sido acompañado de un desganado qué aburrido. Y la indiferencia de “esa(s) nueva(s) clase(s) que se encuentran a las puertas del teatro”(1) como del público habitual del Teatro Real que asistió y escuchó la excelente música de Weill con el respeto que les merece y luego se fue a la cama olvidándose de que debería haberse escandalizado, entretenidos en soñar cuando les pondrían la próxima Traviata.
Nada, ni una simple preocupación por el tema de la ciudad contemporánea como el lugar donde viven hoy miles de hombres y mujeres. Según la ONU, en la actualidad viven más personas en la ciudad que en el campo. En la real y, también, en esa ciudad virtual en la que se ha convertido Internet, la red en la que estamos atrapados. Que permite fácilmente sacar el oro de los hombres aunque vivan en un pueblo. Porque, qué negocios no podrá hacer Mark Zuckerberg y su red social de FaceBook, que tiene ya 500 millones de habitantes. O Chad Hurley con sus 1000 millones de suscriptores en YouTube. Más ahora que se habla de dirigir el tráfico de la red para hacer rentable el negocio hacia las páginas de pago, que también serán las que pagarán porque dirijan hacia ellas ese tráfico.
Dice Brecht, en el mismo pequeño curso que escribe a su amigo, “El teatro moderno no ha de ser juzgado por la medida en que satisface las costumbres del público, sino por la medida en que las cambia. […] No si despierta el interés del espectador por la compra de entradas, es decir, por el teatro, sino si despierta su interés por el mundo.”(1) Viendo el montaje del Real se podría pensar como comenzó la idea del mismo. Mortier podría ser la Jenny cantando:
Oh moon of Alabama
We now must say goodbye
We’ve lost our good old mama
And must have whiskey, oh you know why
Y la Fura las Six Girls que responderían
Oh don’t ask why, oh don’t ask why
A lo que Mortier susurraría en tono grave
For we must find the next little dollar
For if we don’t find the next little dollar
Esas son las principales referencias que se han dado de Mortier a la hora de desembarcar en el Real. Aumentó la venta de entradas de los teatros por los que ha pasado y consiguió nuevos públicos para que, de nuevo en palabras de Brecht, no decaiga “el mercado de estupefacientes”(1).
Un comentario sobre esta propuesta teatral y musical bien podría acabar aquí. Pero es cierto que esta argumentación tiene una grieta. Y no es pequeña. Se trata del artículo I tell you we must die! de José Luis Pardo que se incluye en el libreto que ha publicado el Real. Esa es una terrible verdad. La vamos a palmar o, según Pardo, la hemos palmado ya. Somos hombres y mujeres muertos que cantan y bailan bajo la luz de la luna buscando el eurillo que necesitamos para la siguiente taberna. Así nos seguirán dando gato por liebre. A lo que Hernández y Fernández, la famosa pareja de los tebeos de Tintín, compatriotas de Mortier, añadirían que aún se podría decir más, que nos acabarán dando liebre por gato. Y todos tan contentos.
Notas
(1) Escritos sobre teatro, Bertold Brecht, traducción de Genoveva Dietrich, Alba Editorial 2004)
Referencias
- Rise and Fall of the City of Mahagonny en el Teatro Real (en español)
- Rise and Fall of the City of Mahagonny en la Wikipedia (en inglés)
- Vídeos en YouTube del Magahonny de La Fura del Baus
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