“Ya no se trata de imponer una forma a una materia, sino de elaborar un material cada vez más rico, cada vez más consistente, capaz por tanto de captar fuerzas cada vez más intensas […] Ser un artesano, no un artista, un creador o un fundador, es la única manera de devenir cósmico, de salir de los medios, de salir de la tierra“. (Gilles Deleuze & Félix Guattari. Mil Mesetas)
INTRODUCCIÓN
Karlheinz Stockhausen (1928-2007) empezó a esbozar la fisonomía de Licht (Luz) durante una estancia en Japón en el otoño de 1977, cuando contaba cuarenta y nueve años de edad. El proyecto se convertiría en un ciclo de siete óperas concebidas según la idea inicial de escribir la música de cada uno de los días de la semana. La decisión suponía un punto de inflexión, el inicio de un proyecto que absorbería toda su energía creativa durante los siguientes veintiséis años. Como apunta el compositor y crítico musical neozelandés Robin Maconie, Licht es una declaración de intenciones, “un monumento en la tradición de los monumentos literarios (Homero, Virgilio, Dante, Milton, Goethe, Tolstoy o Joyce); un misterio en el sentido de la Pasión según San Mateo de Bach, la Flauta Mágica de Mozart o el ciclo del Anillo del Nibelungo de Wagner” (Maconie, 2005:403).
Lo cierto es que entonces estábamos todavía lejos de comprender que aquella idea inicial se convertiría en una gran obra de dimensiones cósmicas, una Gesamtkunstwerk cuyo simbolismo y consecuencias reales tanto a nivel musical como teatral permanecen todavía incomprensiblemente apartadas del ámbito de interés de la comunidad musicológica e investigadora en lengua castellana, bajo el pretexto de un pretendido obscurantismo, fruto en realidad del desconocimiento y de la ignorancia, pues la riqueza musical, teatral, simbólica e iconográfica en Licht alcanza dimensiones inusitadas[1].
El título completo de la heptalogía es Licht, die Sieben Tage der Woche (Luz, los siete días de la semana). Fuerza creadora, energía cósmica, la luz es “la manifestación de la moralidad, de la intelectualidad y de las siete virtudes” (Cirlot, 1997:293). En 1977 Stockhausen había terminado Sirius[2], obra en la que trabajó durante dos años. En ella había plasmado la música de los doce meses del año dentro de las cuatro estaciones del calendario terrestre, cada una de las cuales representa las cuatro partes centrales de la pieza. Entre el material melódico de Sirius destacan las melodías de Aries, Cáncer, Libra y Capricornio que Stockhausen había escrito en Tierkreis[3]. Los motivos melódicos que caracterizarán a los personajes de Licht incluyen referencias interválicas que no pueden evitar sugerir una cierta resonancia consciente de estas melodías gestadas a mediados de la década de 1970.
NOTAS
[1] Baste mencionar la originalidad de las propuestas escénicas, la reinvención del espacio de concierto, la riquísima orquestación, el uso integrado, progresivo y continuo de la electrónica o la utilización magistral de las técnicas instrumentales y vocales más novedosas, todo ello dentro de una concepción múltiple del músico como intérprete y actor, de una magnitud y una coherencia raras.
[2] Sirius (1975-1977) para clarinete, trompeta, soprano, bajo y electrónica (Stockhausen Verlag Nr.43)
[3] Tierkreis (1975-76) doce melodías de los signos zodiacales para instrumento melódico y/o polifónico (Stockhausen Verlag Nr.41).
Referencias
Etiquetas:Análisis, Contemporánea, Estética, Investigación, Ópera, Simbología
Otros Artículos