Virtual Choir Project: experiencias sonoras en YouTube

Se abre el telón y… un escenario virtual en el que podemos observar un coro formado por imágenes de cantantes-internautas que comienzan a interpretar “Lux Arumque”, obra compuesta por el promotor de esta iniciativa en red, el norteamericano Eric Whitacre.

P20100627_virtual-choirrimero fue la composición colectiva, después, la ya famosa YouTube Symphonic Orchestra, formada en 2008 a través de audiciones que músicos de todo el mundo hicieron a través de webcams sobre una obra del compositor chino Tan Dun y que, después de una selección entre 3.000 candidatos, acabó haciendo su debut en el Carnegie Hall neoyorquino con la participación del mismísimo Michel Tilson Thomas.

Ahora, un par de años después, llega otro proyecto parecido, si cabe más radical. Si la YouTube Symphonic Orchestra utilizó el espacio virtual para la selección de los músicos -tanto ensayos como concierto tuvieron lugar en un espacio físico, eso sí, sólo tres días antes del concierto en Nueva York- un nuevo proyecto, promovido por el compositor y director Eric Whitacre, ha logrado un nuevo “hito tecnológico”: grabar su obra Lux Arumque con un coro compuesto por 185 usuarios de YouTube, convocándolos a través de su blog y Facebook. La iniciativa, llamada Virtual Choir Project, va por el mismo camino que la YouTube Symphonic Orchestra, pero despliega una diferencia fundamental: el master de audio y vídeo lo realizó el compositor norteamericano a partir de muestras provenientes de forma íntegra de las grabaciones domésticas de los “cantantes virtuales” que participaron en el evento. Para lo que podría esperarse de una experiencia de este tipo, el resultado técnico es bastante notable. Como no podría ser de otro modo, dadas las características del proyecto, el vídeo resultante ha tenido un impacto considerable en el mundo virtual, generando casi un millón de visualizaciones en el gigante YouTube.

Este tipo de eventos se convierten rápidamente en muestras sintomáticas de la manera y velocidad en que cambia el mundo del arte en nuestro tiempo. Los problemas estéticos se acumulan, a la sociología le cuesta horrores dar respuestas a un fenómeno mientras se está produciendo otro que va más allá. El tiempo no parece jugar a favor de la observación, la reflexión y el debate, más bien los paraliza y esto puede ser un problema. Por ejemplo, en los dos proyectos citados, nos da la impresión de que lo de menos es la obra musical, un aspecto que llega a ser subsidiado por la anécdota técnica y por un interés mediático que se centra casi en exclusiva sobre el proyecto y sus organizadores. En el caso de la YouTube Symphonic Orchestra, el evento se centró en la Internet Symphony N. 1 “Eroica”, del ya citado Tan Dun, una obra de esas que mezclan todo lo posible, las convenciones de la música cinematográfica (no en vano el autor chino se hizo definitivamente famoso por el Oscar con el que galardonaron su banda sonora para la película Tigre y Dragón), un poco de los mitos norteamericanos (desde una interpretación descafeinada de Varèse, hasta Cage, pasando, claro está, por el minimal más comercial),  y la necesaria referencia a la tradición de su país. Todo ello con un gran aparato mediático y de márketing, que ha triunfado en Estados Unidos bajo la marca del “simple is better”.  En el caso de la música de Eric Whitacre se repite el mismo patrón. Música tonal apastelada y con cierto halo místico, de fácil escucha y resultona hasta decir basta.

Y es que lo que más nos ha llamado la atención, y creemos que puede ser motivo de debate, es la paradoja que se produce entre esta falsa modernidad que aporta la novedad en el contexto de lo tecnológico, con esa continua referencia a músicas que se inscriben claramente en el pasado. O mejor dicho, que utilizan lenguajes reconocibles y convenientemente cocinados para su aceptación rápida por un público muy amplio, con planteamientos generalmente fuera de una intención realmente artística, que resultan ideales para engatusar fácilmente al espectador. Como si no existiese verdadera experimentación sonora, en términos tecnológicos de alta sofisticación, con propósitos reconocibles e inscritos en lo que todavía entendemos como creación artística. Aunque quizá la paradoja no sea tal si pensamos en que si lo que en definitiva interesa es vender el producto a través del impacto que provoca la novedad en el ámbito tecnológico, una música que no pase por el oído del público “como de puntillas” podría distraerle de lo verdaderamente importante. Pero vean y juzguen…


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