La Noche en Blanco es un invento francés (como casi todos los inventos culturales), nacido en 2002 y adoptado progresivamente por otras capitales europeas (Bruselas, Riga, Bucarest, La Valetta, Amsterdam, Bolonia, Tel Avid… y otras ciudades españolas como Barcelona, Málaga o Bilbao), e incluso exportado al otro lado del Atlántico (por ejemplo, este año Lima lleva a cabo su segunda edición; y también Toronto, Montreal, Miami…). Madrid adoptó la idea pronto, en 2006, por lo que esta cuarta edición se presenta ya con una experiencia previa que debería garantizar la calidad del evento. Lo cierto es que, si bien la idea en su origen no es mala –sacar a la calle la cultura debería ser una loable iniciativa-, los resultados, al menos en las anteriores ediciones, no han sido tan fructíferos como cabría esperar. Intentaremos sumergirnos en los entresijos de la programación de la edición 2009 para disponer de pistas sobre cómo se desarrollará, además de servirnos para la siempre necesaria reflexión crítica sobre este tipo de eventos culturales, de gran repercusión social y mediática.
Esta edición, con un notable 21% de descenso presupuestario debido a la crisis, se estructura en tres ejes: por una parte, un programa abierto, donde se recogen propuestas de instituciones privadas, empresas, etc.; por otra, una serie de circuitos, organizados por disciplinas, como espacios alternativos (entrando ya en faena crítica, apuntemos la observación de cierta carencia de dirección en este eje, donde la música tiene un papel prácticamente inexistente); y finalmente, el Programa comisariado, con propuestas que emanan de la parte más institucional de la ciudad. En este último eje se instituye este año la figura del comisario invitado, representado en este caso por Rafael Doctor, conocido por su labor en la dirección del MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), de la que dimitió hace unos meses. Y otra novedad: la inclusión del leitmotiv en este programa, un planteamiento que pretende vertebrar las propuestas que emanan de él. En este caso el tema inspirador es El regalo, en palabras del comisiario Doctor, “El regalo se impone como la base esencial del que crea. El artista, más allá de ser un mito o un genio, lo que quiere ser es un mago que haga posible una comunicación más profunda entre las cosas y las personas, entre el tiempo y su habitabilidad, entre la materia y el alma”. Ciertamente, visto así, la idea resulta apetecible. El problema que se plantea es la tendencia generalizada a desarrollar un marco conceptual para los acontecimientos culturales que no siempre se corresponde con los resultados, con las propuestas concretas que llegan al público. Así, nos encontramos un Programa comisariado que nos propone, por dar algunos ejemplos, una performance con La Terremoto de Alcorcón y las Diabéticas Aceleradas. Una Noche Saharahui, en forma de exposición con tres enormes jaimas, que justifica el leitmotiv a partir de la necesidad de una toma de conciencia (muy políticamente correcta) de dar al necesitado, pero en la que –al menos por la información proporcionada en la web de La Noche en Blanco- sólo aparecen artistas españoles como participantes (¿cierto tufo a despotismo ilustrado?). O la también políticamente correcta instalación de Alicia Framis, Remixbuildings–Bloodsushibank, propuesta como incitación a la donación de sangre… Sin olvidar la reinterpretación iconográfica de nuestros símbolos más hispanos a través de un burro común de catorce metros de alto y fabricado en chapa en una forja, del joven artista madrileño Fernando Sánchez Castillo; en este caso, omitimos juicio por ser el burro un animal que nos cae simpático y en peligro de extinción… Pero aún hay más: cientos de dibujantes “sanadores”, que deambularán por la calle, papel y rotulador en ristre, dispuestos a regalarnos con un retrato; según la información del programa “Porque ya es hora de que, por una vez, un desconocido nos atienda y escuche porque sí, porque quiere, en el metro, en el ascensor o en plena calle y, además, nos entregue un pequeño detalle”. ¿Quizá un poco simple…? ¿Dónde queda la “necesidad interna de trascender el mundo” que el comisario del programa asocia al regalo como “fruto originario”? ¿No estaremos flipando un poquito de más…? Y si nos acercamos a la propuesta poética –quizá con cierta esperanza de encontrar la magia de la sugerencia- el panorama no es más alentador: los poetas Ajo y Benjamín Prado nos regalarán con una suelta de globos en cuya superficie aparecen sus versos. No parece que por el lado literario solucionemos mucho…
Desde luego, dentro de este mismo programa, hay otras propuestas que se mueven en un entorno más discreto y que podrían resultar atractivas o, al menos, aptas para el disfrute visual (¿contemplación meramente esteta?). El Camino de luz (trabajo de intervención lumínica en la Gran Vía madrileña, a cargo de Óscar Vázquez y el propio Rafael Doctor); o Verde e Injertos lumínicos (otras dos propuestas en torno a la luz, del colectivo Luzinterruptus).
Y entrando ya de lleno en el plano musical, en este mismo programa “oficial” encontramos poco, la verdad. La ”propuesta-regalo” se limita a la salida a las calles de 20 bandas de música, a las que desde la organización “se les ha animado a que ‘inventen’ y sorprendan a los ciudadanos con canciones raramente escuchadas en este formato.” Y se nos ocurre, ¿habrán podido preparar algo más que “canciones”? Quizá la organización ha confundido “banda” con “coro” –o, más bien- con “grupo pop”… El caso es que la música brilla por su ausencia en este programa de propuesta institucional. Pero ¿qué ocurre si nos movemos –a través de la web de La Noche en Blanco 2009- en busca de otras manifestaciones de vanguardia musical? ¿Encontraremos al Quatour Diotima, haciendo un alto en su camino, antes de su actuación en el Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante? ¿Podremos deleitarnos con las propuestas de creación musical contemporánea como hará París el 3 de octubre en una serie de intervenciones sobre la piscina y gimnasio de Saint-Germain-des-Prés, reuniendo ensembles, músicos e instituciones en torno al proyecto colectivo Futurs Composés? ¿Podremos asistir a algún acontecimiento especial en el Teatro Real? ¿Escucharemos acaso un “estreno” de Tomás Luis de Victoria en la plaza de las Descalzas Reales, donde fue capellán y maestro de coro, y después organista (y que falleció en el olvido después de renunciar a las peticiones de las catedrales de Sevilla o la Seo de Zaragoza, por quedarse en Madrid)? Abramos el programa y veamos los regalos…
Visitas guiadas por el Teatro Real, surtido de tangos, jazz en distintos contextos (Malasaña, Escuela de Letras, la visión New Orleans de A Todo Brass), los coros del Colegio de Médicos, Orfeón “Fermín Gurbindo” y el Magerit, una improvisada orquesta de tupperwares, DJs intentando combinar poesía polaca, Chopin y “música progresiva” (idea espeluznante, se nos antoja), una visita a la Escuela de Música Creativa, Asturias Ye Yé! (no es broma, el grupo se llama así y pretende “recuperar” esta época perfecta…), rock Chino, la visión “contemporánea” y supuestamente irreverente de Giovanni Sollima sobre Mozart, BSOs a cargo de la Banda Sinfónica Municipal, música de la Belle Époque en el Museo Arqueológico Nacional (cabaret, music hall, café teatro…), el pulso y púa de Balanguía, rumba catalana, la cantante independiente Narcoléptica… ¡y al fin un paquete grande! Llorenç Barber nos regala Danger Music, un espectáculo que nos hará percibir el efecto doppler a través de una serie de campanas peligrosamente colgadas de la cúpula del Teatro de La Abadía. Y, por supuesto, no falta la propuesta étnica: Sri Gopal Das Baul, música de gamelan javanés, una Jam Session africana…
En definitiva, no podemos quejarnos de tener un cumpleaños rácano. El baúl de los regalos está bien provisto de paquetes de muchos colores, como los surtidos de navidad. El problema quizá está en los envoltorios: prometen regalo valioso y, al abrirlo –al menos en muchos casos- sólo hay ganga. Quede claro que concebimos un evento como La Noche en Blanco desde el espíritu de lo lúdico. No se trata de ser o parecer serio. Una iniciativa así debería tender al juego, al pasacalle, al experimento y la sorpresa. Un buen ejemplo sería la propuesta de Barber, o el jazz de New Orleans (mejor en la calle que en concierto), o los paseos por la fascinación sonora del gamelan, o… Al margen de éstas y otras propuestas, reconozcamos que, en otras muchas, hay poca originalidad, mucha apariencia o, en los peores casos, simple morralla. Y un tono institucional de “vamos a acercar al ciudadano (pobre ciudadano…) a la cultura”. Esto seguramente es lo peor. Dadle al ciudadano cultura y él solito se acercará a ella.
Pero ¡cuidado! No vayamos a hacer recaer todo el peso de la indigencia cultural en un único culpable. El Ayuntamiento de Madrid y los organizadores tendrán su parte de responsabilidad, pero si realmente –como parece- buena parte del programa de La Noche en Blanco se plantea como una propuesta abierta a las iniciativas de artistas independientes e instituciones, deberíamos preguntarnos si este erial no es responsabilidad de todos, como resultado de una cierta inmovilidad y de otorgar al “todo vale” la categoría de acontecimiento artístico. Quizá sería conveniente pisar el freno y reiniciar el movimiento, poniendo en marcha iniciativas que realmente pudieran contribuir a elevar la calidad del evento (insistimos, sin perder la perspectiva del juego). Al menos así nuestra queja tendría plena justificación.
Referencias
- Web oficial de La Noche en Blanco 2009 en Madrid
- La Nuit Blanche 2009 en París
- La Nuit Blanche 2009 en Bruselas
- La Notte Bianca 2009 en La Valleta (Malta)
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