Recortes en el profesorado: dejar morir a la vaca

La comunidad educativa se moviliza ante los recortes de distintas administraciones autonómicas en un clima político que intenta desvirtuar su imagen profesional, mientras un nuevo informe de OCDE indica que son los docentes europeos con más horas lectivas.

L20110913_recortes-profesoradoa más extraña crisis económica que conocemos no podría ser leída por los políticos de una manera más errada. Hay que sacar dinero de las piedras (exclusivamente ahorrando, que ingresar no viene al caso), y así, se anuncia como incuestionable solución a todos los males el recorte masivo, afectando éste tambien  –como desgraciadamente ya se intuía- al sensible ámbito de lo social, y concretamente, al educativo. Distintas administraciones autonómicas anuncian reducciones de docentes disfrazadas de normalidad contable, mientras se inicia una hipócrita campaña fundamentada en la idea de que “el trabajo os hará libres” (entiéndase la expresión metafóricamente, con todas las distancias hacia su dramático origen); y quien no piense así, corre el riesgo de aparecer como vago redomado. Pero la comunidad educativa se pregunta, con razón, de dónde se rascará para mantener los servicios que el profesorado realiza actualmente fuera de sus horas lectivas, ahora incrementadas para cubrir los huecos de los defenestrados interinos. Y al hilo del contexto musical en el que nos movemos, conviene recordar que esto suele afectar en mayor medida a las asignaturas “débiles”, es decir, esencialmente las artísticas. ¿Estaremos ante una nueva instauración del profesor bipolar, que por la mañana atiende a sus matemáticas y por la tarde intenta bregar con una clase de música de la que casi sólo puede decir a sus alumnos que una redonda es circunférica?

Ante esta situación cabe destacar la respuesta de la comunidad docente, que no ha dudado en movilizarse ante los anuncios de las administraciones. Y esto es un buen síntoma en los tiempos que corren, con una sociedad aletargada y aparentemente poco dada a la acción. Parecería que el 15-M (también activo en este contexto) pudiera haber dejado una cierta impronta: rapidez y contundencia en el rechazo a medidas que ni siquiera los políticos se esfuerzan en justificar de una forma intelectualmente plausible. Así encontramos ya las primeras movilizaciones “serias”: en Galicia, el viernes pasado manifestación en Santiago y ayer protestas en Ourense en la puerta de los centros; en Madrid, mañana movilización, los días 20 y 21 de este mes huelga y el 22 movilización; manifiesto de intelectuales en apoyo a los profesores… Y, muy probablemente, en las próximas semanas, a medida que se confirmen los recortes anunciados por algunos responsables políticos de otras comunidades autónomas, iremos viendo cómo se irán sucediendo protestas similares.

Demasiado vapuleados…

Mi actividad en el centro Conservatorio Virtual, dedicado mayoritariamente a la formación permanente del profesorado, me permite observar al colectivo docente de nuestro país con una mínima visión panorámica, lejos de la experiencia cotidiana de un centro público concreto. La percepción es la de una comunidad infravalorada socialmente, a menudo aturdida por las condiciones que las administraciones educativas imponen y a veces demasiado condicionada por una ordenación legal que se muestra inoperante cuando vemos que se olvida que toda teoría (la Ley es siempre teórica) debe ser apoyada por una suficiente dotación de recursos que conduzca a su puesta en práctica. Y ahora se anuncia el siguiente vapuleo –¿quizá “el padre de todos los vapuleos”?-, que se da en dos planos esenciales: el económico-laboral y el profesional. El primero es el que más duele en estos momentos de paro galopante, pero el segundo va minando lentamente y sin duda puede conducir al desastre al país. No son de recibo las declaraciones de políticos que hemos escuchado en estos días, apuntando directamente a la cabeza, sin reparo al calificar de vagos o de poco solidarios al profesorado. Este tipo de incontinencia verbal la pagamos todos, aunque es cierto que, desgraciadamente, menos el político que la sociedad a la que representa.

Si observamos el ínclito “Informe PISA” elaborado por la OCDE, año tras año vemos que el modelo finlandés sale en el primer puesto europeo, y los últimos informes sólo denotan, para este país, mínimos descensos en lo relativo a “inmersión tecnológica” (por cierto, motivados precisamente por recortes en el ámbito municipal, auténtico gestor de su sistema educativo). ¿Y qué modelo es este que supera cualquier desafío? Pues en algunas de nuestras carencias y las que parece que vienen podemos ver sus virtudes: la preocupación por la preparación del profesorado, una evaluación eficaz y constante de la calidad, y –en especial- una gran valoración social del docente, esto último esencial para mantener la motivación en una actividad que se presenta en gran medida como vocacional. Desde luego, hay cosas con las que será difícil competir (número de alumnos por aula, dotación económica, etc.), pero los modelos se pueden adaptar, tomando algunas bases de demostrada eficacia. Y el hecho de que el ciudadano finlandés considere al docente como un pilar esencial de la sociedad, puede ser determinante para que su sistema sea considerado de referencia.

Por todo esto, el político no puede dedicarse a sacar la podadora o a poner trabas absurdas cuando la comunidad educativa comienza a ser activa y eficaz profesionalmente, ni mucho menos a desprestigiar una labor que –todos lo sabemos- es difícil y muy exigente. Hablando de lo afortunados que son por tener más meses de vacaciones  que otros funcionarios o haciendo creer que sus horas lectivas son las únicas que contempla su salario, no se saldrá de la crisis. Es lo mismo que decir que el parlamentario es un vago si no le vemos en su escaño en un pleno televisado. Incluso así, resulta más fácil comprobar que el profesor tiene otras ocupaciones asignadas, que enterarse de las comisiones a las que pertenece un diputado o lo que hace en su despacho. Pero es que, además, la prensa acaba de informar en una noticia de agencia sobre otro estudio de la OCDE, el “Informe Panorama de la Educación 2011″, que concluye que los profesores españoles “tienen más horas lectivas obligatorias que en el resto de los países de la OCDE y de la UE“. Ahora va a resultar que no son tan vagos. Quizá el problema se encuentre en otra parte.

La música

Se podría hablar largo y tendido de la música y de otras enseñanzas artísticas, siempre maltratadas en relación a otras asignaturas o disciplinas con más cachet en nuestra sociedad actual, pero valdría de poco tal comparación en un momento en el que la amenaza se cierne directamente sobre los modelos educativos, o mejor dicho, sobre los modelos de sociedad. Sin embargo, sí es interesante señalar un hecho que debería hacernos tomar conciencia del avance que se ha producido en los últimos tiempos en nuestro país. Y lo haré a través de un dato que me indicó no hace mucho el responsable de una conocida orquesta joven. Conversando sobre el nivel actual de nuestros intérpretes, me comentaba que hace 10 años, cuando la European Union Youth Orchestra venía a España a hacer las correspondientes audiciones para reclutar los nuevos componentes, lo habitual es que escogiera, casi por compromiso, uno o dos alumnos. Por contra, en la actualidad, los músicos jóvenes seleccionados se cuentan por decenas (según el listado actual que se puede ver en su web, contando reservas y finalistas, cincuenta y nueve españoles), y lo que es más determinante, en todas las secciones instrumentales.

Esto no puede ser una casualidad. Sin duda se debe a los avances y la modernización de los conservatorios, y… ¡a un profesorado de calidad! Por eso no se puede dar al traste (nunca mejor dicho, aunque su procedencia como dicho no sea musical sino marinera) con un esfuerzo que supone un camino ya recorrido. Falacias tan mal articuladas, donde reducir servicios esenciales (educación y sanidad) es la vía unidireccional que nos permitirá salir del enredo financiero en el que otros nos han metido, no pueden servir de velo para lo que sí es obvio: una mejor educación es la que nos permitirá ver de nuevo la luz. En términos meramente económicos, invertir para producir más y de mejor calidad, base de cualquier economía productiva (algo que la especulativa nos quiere hacer olvidar definitivamente). Es así de simple, aunque ahora todo se pueda ver como el cuadro más enmarañado de Pollock o uno de esos campos de inquietante textura de Anselm Kiefer. Por cierto a este último se debe una frase que podría perfectamente aplicarse al momento actual: “El vacío total es como el silencio a gritos“. Esperemos que de los gritos vuelva a surgir la música.

En definitiva, en tiempos de vacas flacas no se puede dejar de dar de comer a la vaca, más cuando hace nada que se la veía lustrosa y contenta. Morirá seguro (¡pobre!, no es justo). Y además nos quedaremos sin leche.

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