Los sonidos fijados según Michel Chion

Una reflexión en forma de ensayo-manifiesto sobre la música elaborada sobre soporte magnético, centrándose en la Musique Concrète.

N20090808_arte-sonidos-fijadoso hablamos en este caso de una novedad editorial, pero consideramos que el comentario-recordatorio sobre la existencia de publicaciones de esta índole siempre puede resultar interesante para aquellos que todavía no tengan conocimiento de su existencia (¡y de su posibilidad real de adquisición en librerías!). Nos referimos en este caso a una edición de 2001, llevada a cabo por el Centro de Creación Experimental de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha en colaboración con el Departamento de Cultura de la Diputación de Cuenca. Y damos esta larga referencia para poner de relieve y congratularnos de que la preocupación institucional (especialmente en el entorno universitario) por editar obras de este tipo es un hecho –aunque todavía excesivamente tímido- en nuestro país. Esperemos que siga cundiendo el ejemplo y la crisis, el desinterés u otras razones de mayor calado no trunquen estas iniciativas y nos permitan constatar una direccionalidad ascendente en este sentido.

Publicada en francés en 1991, como escribe el propio Chion, “gracias al espíritu de descubrimiento de un editor grenoblés” (para aquellos que quieran la edición original, damos la referencia: L’Art des Sons Sixés ou La Musique Concrètement. Fontaine: Editions Metamkine, 1991), el libro propone una revisión sobre lo que probablemente se constituya como el corpus esencial de la problemática de la música actualmente llamada –o mal llamada- electroacústica (con la lectura del libro se podrán ver las distinciones terminológicas que hace Chion), a través del espacio dialéctico y –sobre todo- con la firme propuesta de crear debate a través de una exposición deliberadamente polémica, lo cual saludamos efusivamente en lo que de contribución a despertar –si es posible, a codazo limpio-  las escleróticas neuronas de al menos una pequeña parte de la actual gremio autodenominado “artístico” (por favor, que el mayoritario resto no se sienta ofendido…).

Si no sonara a tópico, podríamos decir que Michel Chion es lo más parecido a un “hombre del renacimiento”, por cierto, algo que las necesidades actuales a la hora de emprender una actividad artística deberían hacernos ver como menos meritorio de lo que se suele considerar. Compositor, realizador de cine y video, investigador profundo del sonido y de las relaciones de éste con la imagen, ensayista… Con una trayectoria intelectual y artística vinculada (aunque ciertamente manteniendo su propia visión crítica) a los postulados de la Musique Concréte, y un conocimiento directo y exhaustivo de las teorías schaefferianas (no en vano fue su asistente en el Conservatorio de París), se puede afirmar que Chion es una de las voces más prestigiosas en una materia como la que plantea El arte de los sonidos fijados, al menos si lo vemos desde una perspectiva histórica. Partiendo de unas premisas como las que hemos expuesto en el párrafo anterior, el texto nos propone un reto de altos vuelos: conceptualizar a través de una intensa reflexión la música que toma como punto de partida la unificación –con el riesgo que ello conlleva- de creador e intérprete en una misma figura, como lo llama Chion, el músico del sonido. Aquí podemos poner una primera “pega”: da la impresión que el texto no es consciente de que el compositor actual ya ha tomado conciencia plena de esta figura, y probablemente su óptica y posición estética vaya bastante más allá de algunas de las cuestiones que formula el autor francés; resulta difícil resumir y asumir en un único modelo, encarnado en el músico concreto, el espectro actual del arte sonoro. El ensayo-manifiesto se desarrolla a través de capítulos que van desgranando aspectos esenciales como la definición de Musique Concrète – acusmática (por cierto, con una reivindicación de nueva adopción desempolvada del término que quizá podría sonar algo antigua; a necesidades ya caducas y algo desubicadas de lo que fueron y probablemente nunca volverán a ser las “vanguardias”), la ya histórica (al menos desde Adorno) y siempre tortuosa reflexión sobre el material, el problema de la banalización en la definición e identidad de un determinado arte a través de su adscripción a la técnica y tecnología que emplea (aquí también verán algunos, sobre aquellos que tuvieron una PDA como compañera de cuna, cierta nostalgia de tiempos pasados y mejores, aunque es evidente que la reflexión sigue siendo oportuna), el dominio de los espacios internos y externos, el estudio de grabación, el concierto… Como hemos dicho antes, problemas que siguen siendo capitales en el abordaje de una estética de la música fijada, un arte de los sonidos que siempre a sufrido –a nuestro entender- problemas que, además de específicos, resultan propios del que nace en una época donde la reflexión sobre sí mismo es consustancial a su práctica; y quizá es este uno de los problemas del libro, su enfoque anticuado en cuanto a la comprensión de un mundo que ya no está dominado por la búsqueda de una audición unívoca sino que explora en una perspectiva más individualizada. Y es que los avances en la investigación multidisciplinar (nos referimos a las teorías de la comunicación, la psicología cognitiva, la psicoacústica, la percepción en el campo audiovisual…) hacen necesaria una continua renovación de planteamientos, que permita mantener tanto arte como pensamiento por encima de los 100 grados centígrados. Y ahí parece evidente una falta de actualización en el texto de Chion, probablemente lógica si lo vemos desde la causalidad generacional.

Algo que no se puede pasar por alto en el texto es la vinculación con las artes visuales, mejor dicho, en este caso, con el cine (lo que coloca otro mojón de desactualización en el texto, al olvidarse o pasar por alto otras formas de arte que implican lo audiovisual). La comparación entre cine y música fijada parece conveniente aun por evidente, tanto desde el punto de partida que toma el autor –“Comparar el cine y la música de los sonidos fijados, no tiene nada de original: la película y la cinta magnética ¿no son dos soportes de fijación «cronográfica»?”- como por los problemas implícitos que comporta el concepto de narratividad en ambos lenguajes. Y, por supuesto, otros aspectos a confrontar y comparar, como el tratamiento del espacio, la imagen sonora o el montaje, constituyen afinidades sobre las que siempre es importante la reflexión, necesaria en el caso de dos artes que desde una perspectiva histórica todavía se mueven entre pañales.

Al margen de los “peros” que puede presentar el texto, hay dos conclusiones que pensamos no están expuestas a crítica. La primera, que resulta un libro de un valor documental evidente, sea para criticarlo, para ver en él unas primeras soluciones sujetas a una lógica evolución individual o para denostarlo con argumentos (creemos que “se deja”, siempre que éstos posean solidez). Y la segunda, hay que reconocer que Chion logra uno de sus propósitos: crear división, acaloramiento, en definitiva, polémica (lo hemos comprobado en algunos foros). Y no es poco si pensamos que el autor nos está hablando de un “arte nuevo” que, precisamente por esta condición, hace que sus orígenes (Musique Concrète) se perciban como pertenecientes a un pasado realmente lejano, casi prehistórico. Levantar voces encontradas, crear polémica sobre algo que –al menos para muchos músicos de menos de 40- se produce en un “paleolítico cercano” es, cuando menos, un logro que que sin duda se le debe reconocer y que constituye –en estos tiempos- un valor per se.

Información bibliográfica:
CHION, Michel. El arte de los sonidos fijados. Cuenca: Centro de Creación Experimental, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001. ISBN: 84-922224-3-3 

Referencias:

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