Teatro rendido para oÃr a Ricardo Muti. Una ovación y un aplauso lo reciben cuando sale a dirigir. El ambiente ha sido caldeado por la prensa para recibirle en olor de multitudes (entiéndase en olor de multitudes musicales clásicas, las que apenas son capaces de llenar conciertos y otros espectáculos musica- les de este género). Entradas caras, pero teatro lleno. Entradas caras, pero producto barato. Y el público se queja del precio, aunque aplaude y sale contento. Un público feliz, cuya felicidad ha sido sancionada por la crÃtica especializada en los periódicos de mayor tirada y por polÃticos que habitualmente no se acercan a la ópera o lo hacen en domingo, endomingados, en esa tradición española de misa dominical matutina y cine (o cualquier otro espectáculo) por la tarde después de unas tapas o una comida en familia. Y asà va y seguirá yendo la música en España. Convertida en un pasar el rato, en rellenar y alegrar las tristes tardes de domingo.
Asà las cosas, da igual que la orquesta esté bien, si uno se olvida un poquito de la percusión (pero se echa de menos la orquesta titular del teatro que desde que está Mortier ha mejorado una barbaridad). Que los cantantes, el montaje, todo sea correcto, con su puntito de digresión (ese escenario dentro del escenario rodeado de los cantantes sentados en sillas, en penumbra) sin molestar, como deberÃan ser las cosas modernas, esa modernez que no enciende ni a la crÃtica, ni a las plateas, si no es para renegar de ella. Claro que suena la música de Donizetti pero no está tan claro que se oiga. Al menos no se escucha el Donizetti que admira Dario Fo, premio Nobel de literatura gracias a sus obras de teatro, que tanto reivindica al compositor y lo ha dirigido cuando le han dado ocasión. Solo el coro del Teatro Real nos deja intuir qué podrÃa dar esta obra, tan alejada en su argumento y su crÃtica de lo que sucede y se piensa en la actualidad. Si hubiera que trasladar a palabras lo que se ha visto en escena, serÃa algo asà como que las mozas, incluso las pobres, no son, ni deberÃan ser, la cup of tea de los hombres mayores y ricachones. Para ellos solo son fuente de sufrimiento, de dolor, de penalidades, antes que de placer, de estatus y de otras muchas cosas. Pregúntenle si esto es asà a todos los hombres mayores (y mujeres también mayores) que en el mundo contemporáneo buscan para su felicidad conyugal jóvenes, bastante más jóvenes, que ellos.
Asà las cosas, el público que es sincero consigo mismo y no se engaña, ni se cree las crÃticas, ni las crónicas, sale pensando en el próximo estreno. Y eso que es, otra vez, el Wozzeck de Alban Berg dirigido, en lo escénico, por Marthaler. Un desconocido para muchos de los aficionados a la ópera en España, pero no asà para los aficionados al teatro que gracias al Festival de Otoño de Madrid y a los Centros Dramáticos han podido disfrutar de los espectáculos musicales de este director en lugares tan emblemáticos, para esos mismos aficionados, como el Teatro de la Zarzuela. En los que demostró su conocimiento de lo musical y de lo escénico y en la forma de combinarlos para contar.
Y esto es todo, pues para poco más ha dado una representación que en vez de ensoñación, ni si quiera de ensoñación musical, ha provocado leves sonrisas y, por último, aburrimiento. Ah, y grandes aplausos, sÃ, muchos aplausos, a su director, seguramente por su trayectoria musical, que tenerla, la tiene, y es excelente.
Referencias
- Web oficial del Teatro Real para Don Pasquale (en español)
- Conferencia de José Luis Téllez sobre Don Pasquale (en español)
- Libreto de Don Pasquale de Michele Accursi y Gaetano Donizetti (en italiano y español)
- YouTube – Montaje completo de Don Pasquale visto en el Teatro Real en su versión de 2006 (en italiano)
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