La escena era graciosa; hace unos cuarenta años la vi en la tele: Los Tres Chiflados eran perseguidos por unos policÃas que, de golpe, irrumpÃan en la habitación donde se habÃan escondido; al mismo tiempo, desde la radio que estaba sobre un mueble, se escuchaba el pedido de captura del trÃo y su descripción inequÃvoca. Lo desopilante, era (y sigue siéndolo) que en los espacios de silencio del locutor, Curly, escondido detrás del aparato de radio tipo “capillita”, gritaba (y con la voz chillona del doblaje, el efecto era colosal): “¡¡No están aquÃ!! ¡¡No están aquÃ!! …”
La situación acusmática, en una primera acepción y tal como la describe Michel Chion, consiste en la escucha a través de un sistema de altoparlantes: es el caso de los policÃas que irrumpen en la habitación en la que estaba la radio, y también es la situación del televidente.
A la vez, dirÃa que Curly intenta acusmatizar su voz, (aunque efectivamente está en directo para los policÃas), al tratar de inducir a sus “oyentes” a adjudicarle una causa (el parlante) diferente de la real, con el fin de salvar el pellejo.
En esta segunda acepción, el acto por el cual se nombra acusmático un sonido es radicalmente diferente del primero y consiste en el ocultamiento o la no visibilidad de la fuente sonora.
La voz de Curly –y esto es lo jocoso- intenta engañar a los policÃas hablando detrás del parlante para simular que su voz proviene de la emisora, pero utiliza el deÃctico (“aquÔ) que no puede sino deschavarlo. En su estratagema, Curly recreaba, sin saber, una escena originaria de lo acusmático, aquella que describÃa la situación que corrientemente se atribuye a la transmisión de los conocimientos iniciáticos en la escuela Pitagórica: el Maestro ocultaba su apariencia fÃsica detrás de una tela –dejando a los discÃpulos en igual situación que el perrito de la RCA VÃctor frente al fonógrafo– convirtiéndose en una pura voz, (La voix de son maître!) y lograba asà transmitir su mensaje sin distraer a los discÃpulos con sus gestos y apariencia fÃsica.
Y como no hay dos sin tres, diremos que en esta segunda acepción se anida una tercera: Curly no sólo se esconde para invisibilizar la fuente sonora, también intencionalmente transforma las propiedades acústicas de su voz, para no ser reconocido.
Un sonido puede ser acusmatizado intencionalmente, como sucede con la voz ronca de los asesinos en las pelÃculas a través del teléfono (Did you see the children?) o la voz de la “madre” Psicosis, o como en la práctica corriente y ya estable de la música electroacústica y en el radioteatro para crear una “máscara” que permita inducir la percepción de “causas imaginarias”. En este último caso, como en el solo de corno inglés del 3er acto de Tristán e Isolda, no es necesaria la transformación acústica sino el contexto que hace imaginar que el sonido de ese instrumento es en realidad el sonido de otro; en el caso del célebre solo, se imagina que un pastor toca un chalumeau, se lo imagina cantando a la espera de la llegada de un barco…, se lo imagina tocando una flauta, pero jamás el pastor toca un corno inglés.
La inducción de causas imaginarias pueden remontar al infinito, como ocurre en el precioso escrito sobre el Shofar de Theodor Reik , incluido en su libro El ritual, en el que la sonoridad del shofar es atribuida inicialmente a un carnero en tanto animal sagrado, luego al toro, que está en lugar del padre en la horda primitiva y asà hasta remontar en la cadena causal hasta la mismÃsima voz de Dios.
Si el timbre de un sonido es aquello que reenvÃa a su fuente material, probablemente el juego por el cual el (buen) músico hace que la olvidemos para establecer causas imaginarias esté en la base de ese fenómeno simbólico llamado música.
Cuarta acepción: el sonido acusmático, según Chion, quien no desea tematizar la variedad de sentidos que utiliza para la palabra, o acaso no los advierta, consistirÃa en un ruido del cual se desconocen las causas.
Mi abuela, que hablaba una mezcla fascinante (para mÃ) de ladino y rioplatense, siempre decÃa “sentà un ruido”: probablemente el verbo que ella utilizaba sea el más adecuado para nombrar esta cuarta situación, ya que los sonidos acusmáticos toman la totalidad de nuestro cuerpo; se sienten, no se escuchan. Un ejemplo claro puede encontrarse en el primer capÃtulo de Lost, cuando los sobrevivientes asisten atónitos a la irrupción de un sonido aterrador desde el centro de la isla. Esa causa que no se puede nombrar parecerÃa coincidir con la escucha pánica o del dios Pan. Mauricio Kagel expresa en una entrevista en la revista Musique en Jeu: ”Écouter, mes amis, c’est épouvantable!”.
Quinta: acusmática es en un tipo de escucha que implica la acción intencional del oyente, o del productor del sonido sea éste diseñador, compositor o músico tradicional, que consiste en separar un sonido de su contexto, recortándolo por un acto voluntario y artificial.
Pierre Schaeffer, que en un primer momento desconocÃa todo acerca de la fenomenologÃa de Husserl hablaba de L’enfant en herbe, el niño que tirado en el pasto, juega a producir sonidos con una hojita, pensando en una situación originaria de la escucha que luego nombrarÃa como reducida, para indicar justamente la puesta entre paréntesis de todas las asociaciones semánticas, psicológicas del objeto musical para concentrarse en la pura materia. Propiciada por los medios tecnológicos que permiten la fijación del sonido y su reproductibilidad al infinito, esta escucha es, sin embargo, tan antigua como la música y amplÃa las posibilidades de trabajar el timbre del sonido como un objeto simbólico perdurable. Hasta la invención de la grabación esta actividad estaba prácticamente restringida a los fabricantes de instrumentos. Desde la invención de la fonofijación esta posibilidad se extendió al público, permitiendo renovar indefinidamente la escucha de un fragmento sin tocarlo ni verlo. Como, por ejemplo, el solo de baterÃa del segundo lado de Abbey Road, o el riff de Humo sobre el agua.
Tanto para Glenn Gould como para Los Beatles, al igual que para la música concreta, la música es, puede ser, un objeto musical sobre un soporte y no más (al menos por un tiempo) un evento social. Para J-J Nattiez, la intención de Gould es arrancar la obra de las erosiones del tiempo y fundamentalmente de los aleas del concierto.
Si la música es, como decÃa Levi-Strauss, una máquina de detener el tiempo, podrÃamos decir que la música concebida en estudio para ser escuchada por altoparlantes tendrá esa misma particularidad pero elevada a la enésima potencia.
En el caso particular de la música electroacústica se mezclan: la situación uno, escucha a través de altoparlantes; la situación dos, el compositor o el intérprete no está ahà tocando eso en el momento de la producción sonora; la situación tres, el compositor intencionalmente busca ocultar la fuente sonora a fin de producir un encantamiento respecto a las propiedades materiales del sonido y su origen; la situación cuatro, si la composición funciona, el oyente será tomado corporalmente por el sonido sin poder definir con precisión las causas, (notemos que esto ocurre también con Machaut, Mahler o Bruckner), no a través de causas materiales sino virtuales (¿Qué fuerzas, qué seres, qué energÃas o cosas producen estos sonidos?); y la situación quinta, llegada esa instancia, el oyente dejará de perseguir indicios de cosas reales, (los instrumentistas, sus manos, el director, los instrumentos…) y deberá recortar el objeto de su escucha, identificar figuras y formas, en sÃntesis, situarse en el nivel de la materia.
Si la modernidad buscó poner en primer plano el texto musical (“Le plaisir du texte” barthesiano también fue una consigna del modernismo musical), a pesar del revival aplanador de los valores visuales kinéticos en la actualidad (primacÃa del espectáculo, primas donnas, estrellas del rock and roll), centrar, aún provisoriamente, la escucha en la materia sonora abre la puerta a sentidos musicales escondidos en la superficie o, al estilo de Curly, que estaban escondidos ahà fuera.
Referencias
Etiquetas:Acusmática, Cine, Electroacústica, Estética, Música concreta
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