Apagamos la luz y… ¡por fin una Noche en Blanco sin atisbo de música contemporánea! Si la anterior edición madrileña de este invento galo tuvo una única excepción en la oferta sonora experimental (el espectáculo Danger Music, las campanas colgantes que Llorenç Barber hizo sonar sobre las cabezas del público en la cúpula del Teatro de La AbadÃa) esta vez la propuesta se ha reducido al correspondiente cero patatero. No hay y ya está.
Cierto es que el programa comisariado cada vez es más raquÃtico, desde que la institución organizadora -el Ayuntamiento de la capital- hiciera ese alambicado y quizá perverso movimiento por el que el ciudadano (véanse colectivos, instituciones y artistas) es en definitiva el que plantea y produce el grueso de las propuestas. Entonces las responsabilidades se diluyen y ya no se puede decir que la organización descuida tal o cual aspecto o propuesta artÃstica. Y es que la fórmula es cuasi perfecta, ya que -en rigor- resulta difÃcil escupir una crÃtica, como la que podrÃamos proponer desde nuestra publicación referida a la ausencia de música contemporánea. Cuando Pablo Berástegui, coordinador del Matadero de Madrid y de La Noche en Blanco nos dice que el evento “implica sumarse a un proyecto colectivo“, no se está refiriendo exclusivamente al receptor, sino también a aquellos que tienen que hacer las propuestas. Y en ese sentido, nada que objetar. Si no tenemos contemporánea es porque seguramente no hemos sabido lanzar ninguna iniciativa.
Otra cuestión será preguntarnos si la práctica ausencia de una disciplina artÃstica (la música llamada o mal llamada “culta”) en un contexto como la Noche en Blanco es un problema, no lo es o definitivamente es una ventaja. Todo dependerá de cómo consideremos la calidad del resto de propuestas artÃsticas. Y aquà no nos pronunciaremos taxativamente porque la subjetividad reina en estas cuestiones. Sólo aventuraremos una idea, sin esconder que debajo hay opinión: como en tanto y tanto arte actual, abunda lo polÃticamente correcto, sobra la espectacularidad lúdica y queda poco espacio para la sugerencia y la magia.
En otro orden más concreto, y en lo que a música “culta” se refiere, vemos pasar otra edición en la que no falta la oferta “juvenil” o el jazz. Ni tampoco el “timbre clásico” en forma vocal, como las mixturas eclécticas de las corales del Ferrocaril o la Conde de Orgaz: ”renacentista, barroco, popular, latino, lÃrico y sacro“, “clásicos románticos y óperas de Beethoven o Rossini, hasta joyas del pop de los 70 y 80 de Vangelis o Cat Stevens, pasando por espirituales negros o tangos populares“, que citamos literalmente desde la información que aparece en la web de La Noche en Blanco. Pero siempre nos quedará la opción de asistir a la penúltima representación de Eugene Oneguin del Teatro Real, eso sÃ, en pantalla gigante, o al concierto en la Plaza de las Cortes de la “en peligro de extinción” (por otras razones que ya expusimos en su momento) Banda Sinfónica Municipal, con un programa tÃpico de música española: Danzas españolas, de Enrique Granados, y La vida breve, El amor brujo (suite) y El sombrero de tres picos (1ª y 2ª suite), de Manuel de Falla. Casos ambos intachables en cuanto a ser propuestas libres de hilvanes, pero seguramente bastante alejados del aire experimental que destila el evento nocturno.
Y volviendo al plano de la música contemporánea, sà creemos que se ha perdido al menos una oportunidad clara. Encontramos, dentro del llamado “Programa abierto”, una propuesta en el CÃrculo de Bellas Artes: Música INJUVE 2010 En Concierto. CreÃamos haber vislumbrado alguna luz, pero nada… No, no se trata de un concierto con obras de los jóvenes creadores galardonados en la pasada edición del Premio de Composición de Música Contemporánea INJUVE (Abel Paul López de Viñaspre y Óscar Piniella Ruiz), sino de los de Creación Joven (como si los contemporáneos fueran viejos pese a tener edades similares…), los “jóvenes valores de la interpretación musical” como indica en la web de La Noche en Blanco.
Concluyendo, dos sensaciones probablemente contradictorias: por una parte, cierto alivio al comprobar que la contemporánea no ha sido sustituida por algún sucedáneo oportunista; por otra, la de sospechar que la ausencia de música “culta” de nuestro tiempo en un evento que reúne al resto de disciplinas (aunque sea de una forma algo aparatosa y cuestionable desde muchas perspectivas) pueda no ser un buen sÃntoma.
Referencias
Etiquetas:Banda, Concursos, Contemporánea, Festivales, Ópera, PolÃtica cultural
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