Mi nombre es Chefa Alonso y me dedico a la música desde hace más de treinta años. Una de mis últimas formaciones es Uz, un trío de vientos de jazz (tuba, saxo tenor y saxo soprano) que existe desde el 2009. Con este grupo tocamos de vez en cuando en la calle y, en la última temporada, debido a la absoluta falta de opciones para tocar en otros espacios (cada vez hay menos clubs que programen música en directo, se cierran teatros y centros culturales, desaparecen festivales de jazz y los pocos que existen quedan en manos de los grandes representantes comerciales), nos planteábamos tocar con mayor asiduidad en un espacio que creíamos de todos y por tanto también nuestro: la calle. Así que con cierto humorismo, ya que desconocíamos el tribunal que nos iba a examinar (se negaron a identificarse, simplemente nos llegó la información de que eran dos tituladas superiores del Conservatorio y una secretaria del Ayuntamiento), y para evitar una multa imposible de pagar por un colectivo que se caracteriza por haber aprendido a vivir bajo mínimos (no acumulamos propiedades, no tenemos ahorros, no nos conceden créditos hipotecarios por carecer de nómina, no tenemos cuentas en el extranjero), nos presentamos al examen y tocamos sin ningún percance un blues. Pero no convencimos a las señoras que nos examinaban y nos han considerado “no aptos” para tocar en la calle. Ahora, debido a la falta total de criterios para evaluar las audiciones, somos presa de nuestras propias paranoias y nos preguntamos el porqué de ese suspenso: ¿será por haber tocado un blues? ¿les habrá molestado tanto saxofón? ¿habremos traslucido la sorna que nos provocaba la situación? ¿será que no les gusta el jazz? ¿somos demasiado viejos o demasiado raros?
Uz, a pesar de ser un grupo elegido por el Instituto Cervantes en el 2012 como propuesta para sus sedes y de haber tocado en el Festival de Jazz San Juan Evangelista (2010) y en los institutos Cervantes de Bremen (2011) y Casablanca (2012), entre otros sitios amables, no logró ni un solo concierto durante el 2013. Los tres miembros de Uz somos músicos con muchos años en la profesión, no somos recién llegados ni inexpertos que no sepamos qué hay que hacer para conseguir conciertos; es fácil: además de dominar tu instrumento después de años de estudios y tener ensayado un repertorio (en nuestro caso original, lo que en este país quiere decir abocado al abandono), haber escrito un buen dossier, haber grabado y publicado un disco y tener una web o una representación en redes sociales, tienes que ponerte en contacto con los dueños de los clubs o los programadores y convencerlos de que lo que les ofreces es interesante; tienes que llegar a un acuerdo sobre el caché que cobrará el grupo, aunque esto actualmente es una quimera ya que hoy en día solo se consiguen conciertos “a entrada”, lo que quiere decir que los músicos cobran solo un porcentaje de lo que se obtenga en taquilla y, sobre todo, esta es una exigencia que se ha generalizado entre los encargados de bares y programadores de música, tienes que encargarte tú de conseguir el público (llamar a los amigos, mandar correos, hacer difusión en medios digitales, elaborar un cartel, hablar con emisoras de radio y, si todavía te queda algo de confianza en el periodismo, avisar a algún periódico…).
Madrid se ha convertido, para los que creemos que la cultura y la gente son más importantes que el mercado y el dinero, y nos dedicamos en cuerpo y alma a ella (en mi caso a la música en sus múltiples facetas, intérprete, improvisadora, compositora, docente, organizadora de eventos y programaciones de free jazz e improvisación libre), para todos los jóvenes que infructuosamente buscan trabajo, para todos los mayores que no pueden pagar sus medicinas, la calefacción o incluso su alimento (la imagen de cualquiera de nosotros buscando comida en los contenedores ha dejado de ser literaria) en una ciudad con un futuro incierto, en una ciudad deprimida y deprimente que sufre un Gobierno corrupto que recuerda demasiado al franquismo (no olvidamos que son sus herederos), que nos roba por sistema y que nos engaña sin remordimientos. Los últimos gobernantes de la Alcaldía y la Comunidad representan lo peor de este partido, la codicia, la manipulación, la ignorancia, la incompetencia.
Aunque no acostumbro a mirar atrás con nostalgia, porque el pasado ya fue y es irrecuperable, y que no soy pro-PSOE, no puedo dejar de acordarme de la alegría que se vivía en Madrid y de la cantidad de conciertos que se programaban desde el Ayuntamiento y que disfrutábamos en los años ochenta con Tierno Galván como alcalde; en esos años, a pesar de tener mucha menos experiencia que ahora, a músicos que entonces éramos jóvenes, se nos contrataba con un caché más que digno y compartíamos escenarios con artistas que admirábamos y escuchábamos, Art Blakey, Don Pullen, Phil Wood, Pharoah Sanders.
En otro artículo que titulé Marca España denunciaba el hecho y la manera (de un plumazo, sin permitir que los responsables pudieran ni siquiera entrar en los despachos para recoger su material de trabajo) de la desaparición del Aula de Música de Alcalá de Henares, organizadora durante veinte años de los mejores cursos que hubo en Formación Musical del Profesorado. Y lo denuncié, no solo porque me afectara personalmente (tenía dos cursos de improvisación programados que obviamente no se dieron), y porque también afectaba a una profesora extranjera, colega mía, que venía desde Sao Paulo a dar un curso que no pudo llevar a cabo (nadie de los nuevos responsables elegidos se pusieron en contacto con ella para avisarla de la situación), sino porque creo que todas estas actuaciones forman parte de una política que no tiene otro objetivo que enriquecer y dar poder a los que ya son ricos y poderosos, a costa del bienestar de la mayoría de la población y en contra de sus derechos fundamentales; están dando lugar a una sociedad extremadamente pobre, triste, inculta, sin esperanza. El Gobierno del PP está convirtiendo este país en una ruina difícilmente recuperable y a la capital de España en una ciudad invivible.
Referencias
Etiquetas:Improvisación, Jazz, Música y política, Política cultural, Trío
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