La música eterna del poder y el deseo

[UNA TEMPORADA EN LA ÓPERA]
De cómo la temporada del Teatro Real 2012-2013, recientemente presentada, propone un debate musical sobre el poder y el deseo en nuestros días.

S20120219_teatro-real-temporada2012-13e acaba de presentar la próxima temporada del Teatro Real. La temporada 2012-2013. El hecho es recogido ampliamente por la prensa local, la española, que destaca dos cosas. A saber, que Mortier no se va, por si alguien no tenía dudas la insistencia las acrecienta, y que no se van a producir los recortes como los que se anuncian en el Liceo por falta de cash. Y entre una y otra se puede leer lo interesante. Lo que hizo realmente interesante la llegada de Mortier. El planteamiento de que un teatro, y también un teatro de ópera, debe ofrecer a su público herramientas de juicio que le permitan entender y discurrir sobre lo que está pasando. Como no hay dos sin tres, la temporada que viene también tiene su tema. Esta vez serán dos temas: el poder y el deseo.

¿Cómo pretende su director artístico, su director general, Miguel Muñiz, y el Patronato presidido por Gregorio Marañón (y se supone que ese comité artístico que les asesora) conseguir este objetivo? No hay duda, Mozart es la clave. Aunque no la única. Tres, de las diez óperas programadas, serán obras de este compositor: Così fan tutte, Don Giovanni y Die Zauberflöte. Que por su dirección musical y escénica se prometen como felices momentos para aquellos que ocupen las butacas (siempre y cuando los directores de escena tengan en cuenta la mala visibilidad general de la sala y no escamoteen visión a parte del público). Pues los equipos artísticos llegan con un muy buen currículo bajo el brazo, que incluso algunos ya han mostrado en este mismo teatro. Lo mismo que sucede con los equipos artísticos del resto de las propuestas: Boris Godunov de Musorgski, Il prigionero de Dallapicola, Suor Angelica de Puccini (sí, Puccini, que según se dice no gusta a Mortier), Macbeth de Verdi, The Perfect American estreno absoluto de Philip Glass, La rappresaglia de Mercadante, Wozzeck de Alban Berg e Il Postino, la ópera en español de Daniel Catán.

La pregunta sería, ¿cómo articulan todas ellas un posible discurso sobre el poder y el deseo de nuestra sociedad? Que el deseo de poder es una tragedia en si mismo es algo que no dejan lugar a dudas dos de ellas: El Boris Godunov y el Macbeth. O que el poder se alimenta del deseo, como en Il prigionero, cuyo protagonista, un prisionero deseoso de ser libre, de liberarse, hace mas exquisita y poderosa la tortura de su inquisidor. O que el deseo sin poder aísla a quien lo padece y le hace, simplemente, vulnerable a los poderosos. Caso de la Suor Angelica pucciniana. O que el deseo del poder de los otros convierte a quien sabe aprovecharlo en el perfecto americano que fue Walt Disney, que ni siquiera la firma de su obra era obra suya sino del deseo de triunfo que tenía otro que no dudo en crearle dicha firma. O que cuando se engaña al deseo se engaña al poder que tenemos, como parece que se canta en la desopilante pero seria comedia Così fan tutte. O que el poder del deseo es agotador y puede acabar hasta con el libertino y muy amado Don Giovanni y con todo aquello que le rodea. O que no hay deseo que el poder no pueda imponer, como en La rappresaglia. O que el poder y el deseo hacen infeliz al común de los mortales sin comerlo ni beberlo, asunto del alienado Wozzeck, obra que ya sea en su versión de ópera o en su versión teatral se repone con mucha frecuencia en España de la mano de dramaturgos, directores actores y cantantes realmente apreciados por la crítica y el público. O que los juegos entre el poder y el deseo, y el deseo y el poder, no dejan de tener su gracia, a veces una verdadera gracia como la que se disfruta en Die Zauberflöte, más conocida en España como La Flauta Mágica. O que en la ausencia de todo deseo está el verdadero poder. El poder que transforma a Il postino y que, también, acaba con él en una ópera que tiene toda la pinta de llevarse de calle al público del Teatro Real por su apego al romanticismo y por la presencia en su elenco de Plácido Domingo.

Hay, pues, tema para una temporada tal y como la plantea Mortier and friends. Y no, no le falta discurso a la ópera para hablar de nuestro tiempo. Para dar que pensar e interpretar el mundo que nos rodea. Donde el deseo y el poder andan desbocados. Unas veces jugando, las menos, y otras alimentándose de tal manera que crea monstruos a los que el equipo del Teatro Real se empecina en ponerles música, buena música. Música bella que encierra pensamiento y sentimiento, razón y corazón que diría el escritor Alejandro Gándara. Hay que abrir los ojos a lo que ofrece Mortier para poder disfrutar con los oídos. No son las suyas las temporadas de una semicorchea de más o de menos, de una coloratura o de una tesitura vocal, repetidas de nuevo en sutiles variaciones. No son las temporadas de la historia de la ópera sino las de su presente, aunque las obras que suben al escenario tengan algún que otro siglo. Son temporadas de pensamiento, ese que se entiende a través de los sentidos y del sentimiento y que no se podrían expresar con esos matices si fuera a través de su música. Un ofrecimiento para que los que quieran se hagan un discurso o revisen el que tenían y al que se puedan agarrar en tiempos de zozobra. Eso sí, un discurso en y desde lo musical. Una futura temporada de dramma per musica. El drama lo pone nuestro tiempo, la música es eterna.

Referencias 

Creative Commons License

Etiquetas:, , ,

PARTNERS

Publicidad

Nube de Tags