Dentro de la extensa actividad que despliega la Fundación BBVA en apoyo a la música llamada “contemporánea” –quehaceres que esperemos no decai- gan en estos tiempos cada vez más desasistidos e inciertos-, una de las labores más notables es la de ir cubriendo los numerosos huecos de la fonografía nacional con figuras de relieve del siglo pasado y también con la creación más reciente. Es el caso de la colaboración con el sello discográfico Verso, a través del cual podemos acceder a esta producción de la integral para cuarteto de cuerda del compositor madrileño Ramón Barce (1928-2008), que si bien es cierto que tiene fecha de salida del pasado año, nos parece de recibo prestarle atención en nuestra revista.
El triple CD que nos propone BBVA-Verso es interesante por varias razones. Una de ellas es el hecho de haber escogido un grupo de cámara como el Cuarteto Leonor, una formación no dedicada en exclusiva a la música contemporánea, y quizá precisamente por eso especialmente adecuada para abordar esta parte de la obra camerística de Barce. Me explicaré mejor sobre este punto: hay autores que requieren intérpretes muy especializados, con un gran bagaje sobre determinados planteamientos estéticos, y en muchos casos, una imprescindible cercanía a sus ideas artísticas (no diré nada de la técnica, donde el nivel interpretativo actual hace que lo que antes constituía una traba ahora sea una mera cuestión de compromiso, tiempo y trabajo). Algo que puede comprenderse bien si pensamos, por ejemplo, en compositores de propuesta radical, sobre todo cuando esa radicalidad marca un punto de inflexión que deja la obra, aunque sea en apariencia, referencialmente aislada o sin conexiones de trazo sencillo. Por no separanos del contexto español, estoy pensando en un caso como el de Francisco Guerrero, cuyas interpretaciones de mayor nivel se deben a grupos que se sienten como pez en el agua con lenguajes y planteamientos sin concesiones. Por el contrario, hay compositores cuya obra se encuentra marcada por un tiempo concreto o por una delimitación de tipo geográfico-cultural, o por una propuesta estética que en algún momento fue compartida por muchos… O por todo esto a la vez. Barce, que tan sabiamente habló del concepto de frontera, fue un compositor en el que sí podemos reconocer una línea de la tradición, la de la música centroeuropea, y quizá más concretamente, aquella que se enmarca en ese periodo tan especial en el que se desarrolló el expresionismo de la llamada II Escuela de Viena (con repercusión, y no sólo de gesto, mucho más allá de lo que fue el siguiente paso de esta línea histórica: el dodecafonismo y los procedimientos seriales).
Aclarada esta idea (o, al menos, esbozada como hipótesis de trabajo), es en este punto donde cobra importancia lo que comentaba antes en relación al CD que nos ocupa: el Cuarteto Leonor, excelente formación bregada en un abanico estético amplio, aborda la música de Barce como una inmersión en el interior de un magma no transitado, una experiencia que hacen suya de forma muy honesta, y esto se percibe claramente. Si a esto sumamos la calidad de los intérpretes –individual y, obviamente, como formación de cámara-, encontramos un trabajo que realmente merece la pena escuchar con atención plena.
Una música de trazo conciso
En una conversación con Jaime Huertas, el viola de la formación, charlamos sobre estos puntos referenciales en el compositor madrileño, como la influencia de la citada II Escuela de Viena: “Una de las cosas que vemos en la música de Barce es que conscientemente trata de buscar sus propias vías de expresión. Por supuesto que no es ajeno a las corrientes vanguardistas acontecidas a lo largo del siglo XX, y podemos percibir en su música lo que indicas, como también percibimos en ciertos cuartetos la presencia de Beethoven o Shostakovich, pero desde su primer cuarteto pensamos que sus inquietudes y estética musical pasan por la búsqueda de un lenguaje personal que incluso al igual que Bartók, le lleva a crear su propio sistema de composición.”
Los cuartetos de Barce son –como gran parte de su música, aunque quizá en mayor medida que en otra obra de cámara-, una apelación a lo conciso, al trazo realizado con rigor y sin artificios, a través de una escritura limpia y sobria. En este sentido Jaime Huertas expresa una sensación interesante y reveladora de su personalidad musical: “Cuando uno lee los ensayos literarios de Barce, puede apreciar su dominio del lenguaje para expresar lo que quiere decir de manera concisa. Sentimos esa misma virtud al tocar su música. La claridad de sus ideas le hace huir de elementos superfluos o visuales (virtuosismo, efectos, etc.) si éstos no aportan nada interesante al discurso expresivo. Quizás, bajo mi punto de vista, se puede definir su música como clara, concisa, honesta y expresiva.” Por cierto, es esa misma honestidad la que puede observarse también en su actividad como infatigable “movilizador” de la vida musical durante tantos años. En este sentido, valga el ejemplo de la revista Sonda, creada por él en 1967 con un motivo claro: incitar a los compositores a hablar de su actividad desde una perspectiva abierta y alejada de cierta erudición estéril o de una visión puramente histórica (unos propósitos que, por cierto, nunca estarán de más en un país como el nuestro, en el que el debate sobre el arte musical se suele presentar escaso, mal o fuera de tiempo).
Pero volviendo a la integral de sus cuartetos, dice Jaime: “Esta es una de las integrales cuartetísticas más extensas de un compositor español, y cualquier propuesta de este tipo suele ser un trabajo del cual uno sale reforzado en todos los aspectos. Es un reto que pone a prueba cuestiones como la solidez técnica y la determinación del conjunto.” Y, en relación a los casos particulares, hablamos de los aspectos técnicos sobre tres de ellos, en algunos de los cuales la presencia del azar plantea condiciones y problemas muy particulares en el contexto de una grabación de estudio: “El cuarteto n. 3 ‘Gauss’ es especialmente complicado a nivel de técnica individual y de conjunto, y también en cuanto a comprensión formal. Aunque han sido los cuartetos 2º y 8º donde hemos tenido más, por decirlo así… contradicciones. Son cuartetos en los que Barce experimenta con la aleatoriedad. En ellos cada músico responde a las acciones de los demás instrumentos con cierta libertad (que no es total, ya que Barce ordena las intervenciones más o menos verticalmente), e incluso sugiere que los instrumentistas se junten sin ensayar previamente. Con estas premisas, dejar grabada una versión nos parecía contradictorio con los propósitos del compositor, que son el hacer diferente cada audición de la pieza en función del momento y la interacción de los intérpretes.” Esta conciencia de “falta” que expresa el intérprete denota la exigencia que emana de la propuesta compositiva, y desde luego, dice mucho sobre el compromiso del Cuarteto Leonor con la obra del compositor.
Para terminar, se me permitirá una percepción bastante personal: creo que la escucha de la música de Barce tiene un problema en nuestro tiempo, ya que posee un discurso que preocupa poco a los diferentes contextos estéticos que reconocemos como más influyentes hoy, si es que es posible hablar todavía en estos términos (si no queremos sentirnos fuera de juego, siempre podemos añadir la adjetivación “residuales” a esos “contextos estéticos”, y seguramente sentir cierto alivio). Lo que quiero decir es que en una escucha superficial o excesivamente condicionada se corre el serio riesgo de tener la sensación de encontrarnos ante un esqueleto, una manera de presentar el discurso con una desnudez estructural que muchos calificarían como “superada” (escalofriante término, según cómo y para qué se utilice). Uno, que en su periodo de formación más espartano tuvo durante varios años el Tratado de Armonía de Schönberg como libro de cabecera –por cierto, otra de las facetas que hay que agradecer a Barce, la de traductor de textos esenciales- comprende bien cómo se puede ver hoy cierto tipo de planteamiento constructivo. Sin embargo, vale la pena intentar quitarnos lastre cercano y abordar la inmersión sin demasiados prejuicios (¡qué curioso resulta que tengamos que eludir prejuicios elaborados ayer mismo y no producto del peso de las convenciones!). Y así el oyente, con poco esfuerzo que haga, seguro encontrará otros matices insospechados y que, en definitiva, constituyen la realidad sonora de este compositor.
Información
Integral de los cuartetos de cuerda / Ramón Barce
Cuarteto Leonor: Delphine Caserta (violín), Bruno Vidal (violín), Jaime Huertas (viola) y Álvaro Huertas (violoncello)
Verso VRS 2120
3 CDs
CD 1:
01-03. Cuarteto I (1958) [15:32]
04-05. Cuarteto II (1965) [11:43]
06. Cuarteto III (Cuarteto “Gauss”) (1973) [19:14]
07-11. Cuarteto IV (1975) [17:42]
CD 2:
01-03. Cuarteto V (1978) [12:49]
04-05. Cuarteto VI (1978) [15:43]
06-08. Cuarteto VII (Cuarteto “de la salud”) [15:51]
CD 3:
01-03. Cuarteto VIII (1983) [21:11]
04. Cuarteto IX (1994) [15:37]
05-09. Cuarteto X (1994) [20:51]
10. Cuarteto XI (Pieza para cuarteto) (1999) [5:36]
Referencias
- Biografía de Ramón Barce en la Wikipedia
- Web del Cuarteto Leonor
- Vídeo documental del homenaje a Barce en Sensxperiment 2007
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