Los Teatros del Canal de Madrid convocan a la parroquia amante de la música a escuchar y ver La ópera de tres peniques de Bretch y Weill. Hay lleno en uno de esos dÃas en los que se ha prolongado su breve temporada de finales de noviembre principios de diciembre. Predomina un público algo anciano y familiar. La convocatoria es en la llamada Sala Verde de dichos teatros. Sala con cierto aire de corrala en la que se hubiera habilitado unas gradas, al estilo fiestas del pueblo, frente al escenario. Delante, un foso en el que literalmente se condena a los músicos a las profundidades. Una verja de alambre rodea los pasillos corralescos y evitan que el público se caiga al foso. No son asientos amplios, tampoco muy cómodos o confortables, pero es cierto que, al menos desde el patio de butacas, se oye y se ve bien. Gran riesgo para los músicos y para los cantantes. Gran riesgo para directores de escena, actores, cantantes y escenógrafos. El oÃdo todo lo ve y el ojo todo lo escucha.
Y allá que se tira la BollaÃn, la directora de escena formada en Alemania, triunfante en sus montajes operÃsticos y zarzueleros (su Verbena de la Paloma es un referente crÃtico), hermana gemela de la otra BollaÃn, la actriz y directora de cine español. En su currÃculo se encuentra el haber sido ayudante de dirección de Albert Boadella, actual director de los Teatros del Canal.
Bien, en el más conservador estilo á la mode, el montaje se actualiza, para colocar a todos los personajes en uno de esos barrios dormitorio que rodean Madrid (España) más allá de sus autopistas de circunvalación, la M-30 o la M-40, la banlieue española. Allà la corrupción polÃtica concreta campa a sus anchas, mientras la presidenta regional, que según los carteles que hay en escena se da un aire a Margaret Thatcher, se dedica a la polÃtica abstracta de su coronación. El texto y las tramas, que no la música ni las canciones, se han actualizado para hacerlos más locales.
A aquellas personas que les guste la discusión-ficción y vean la obra podrán entretenerse hablando sobre si esta actualización está en el espÃritu de sus autores originales. Sin embargo, a aquellas que estas discusiones no le interesen lo más mÃnimo se podrán fijar en la disparidad de la calidad vocal y actoral de los cantantes que agotan el oÃdo igual que lo hace la orquesta que parece estar dirigida por Manuel Coves para que cuanto más ruido se produzca mejor, tal vez condicionado por ese profundo foso en el que han sido encerrados. Y es que la categorÃa en la que sus autores situaron la obra, la convierten en teatro más difÃcil de montar de lo que parece.
Musicalmente no es una ópera, a pesar de lo que diga su tÃtulo, pero tampoco es un musical o una colección de canciones para cabaret, music-hall o revista. Se encuentra en medio de ninguna parte, cercana a y lejos de todas esas categorÃas. Seguramente ese es el reto que tanto atrae a propios y a extraños al teatro musical del binomio que formaron Brecht-Weill. Esa mezcla de lo popular con coartada cultural que tanto rinde en la taquilla de teatros nacionales europeos o en los teatros con caché cultural financiados por las grandes fortunas en Estados Unidos. Y que también atrae a cantantes de todo estilo y condición, como puede ser la aparentemente punk Cindy Lauper, al blando Michael Bublé o, con algo más de swing, al chulesco Robbie Williams. La lista es larga. Cada persona puede buscar su destrozacanciones favorito, incluido Nick Cave.
Pero no todo es naufragio en este montaje. La luz se hace cuando aparece Jenny, que deberÃa ser la Jenny en esta propuesta. Todo un travesti interpretado con una distancia cercana y fuerza por Marco Moncloa que dota al personaje de lo que ya se intuÃa en la versión de Calixto Bieto/Cecilia Rossetto: una voz y un cuerpo de hombre con formas de mujer suficientemente paseadas por la vida. Por la mala vida, se entiende. Buen ejemplo de que no todas las actualizaciones o contemporizaciones van en contra de la obra ni de su comprensión. Marco Moncloa mueve y hace sonar a Jenny en La canción de Salomón como si fuera ella la que le hubiera abducido o poseÃdo. Tal como la canta y la actúa, mientras hace un strip stease cutre de puticlub de carretera vestido de vedette de revista de Manolita Chen, se entiende que alguien tan macho como Mackie el Navaja, en esta versión el Sheriff, disfrutase tanto de aquellos tiempos de burdel con Jenny, seguramente sus mejores tiempos, como recuerda en la Balada de Pim o Balada Tango. El oÃdo ve y el ojo escucha. Un público chocado ante un cuerpo de hombre que se desnuda como cuerpo de mujer, una voz grave de hombre que se siente de mujer, no sabe si aplaudir o esperar a ver que otra magia pueda ocurrir. Y a partir de aquà no ocurre nada, nada que pueda disturbar la placidez o incomodidad en la que se viva. El oÃdo se puede dedicar a escuchar y el ojo a mirar, cada uno por su lado, como hizo anteriormente.
Lejos de la neutralidad que Alex Ross, el nuevo profeta crÃtico musical popular, presupone a la música, Brecht y Weill eran conscientes de su poder para hacer ver y hacer escuchar el mundo. Escribieron una hermosa música que hoy, como entonces, se podrÃa cantar y encarnar desde el margen, desde esos barrios y ciudades dormitorios actuales donde duermen mileuristas, parados, emigrantes, mendigos, policÃas corruptos, delincuentes, yonkis, prostitutas, travestis, y, también, usted, su familia, sus amigos, su jefe y los polÃticos a los que vota. El número en solitario de la Jenny lo demuestra. La combinación de música, letra y actuación trajeron a la mente de cada espectador su travesti. El que vio en la televisión, el que animaba la fiesta de la empresa, el que bailaba en la discoteca, o con el que se cruzó en la calle, todos se congregaron allÃ, dejaron de ser un espectáculo, una curiosidad, para empezar a ser personas, fueron convocados por la música y un cantante que sabe cantar y actuar. Que hace ver al oÃdo y escuchar al ojo para poner emoción al pensamiento, para una vez más imaginar, es decir, vivir la realidad.
Referencias:
- Actos 1º, 2º y 3º del montaje de La ópera de tres peniques de la Northwestern University School of Music con Noel Koran como director de escena y Frederic Ockwell como director musical (en inglés sin subtÃtulos)
- Página oficial de La ópera de tres peniques (en inglés)
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