Dice Mortier en Caimán Cuadernos de Cine de julio-agosto 2013 (nº 18) cuando le preguntan por Il postino de Daniel Catán “Ay, es que no me entusias- ma. Fue una cosa que me impuso Plácido Domingo.” Y sigue más adelante, respondiendo ante la insistencia del periodista con el asunto “[…] en el arte es importante mantener algunos principios y no ser populista.” Son declaraciones que al contrario que otras suyas no han generado polémica. Reciente está toda- vía la marea a la que dieron lugar sus comentarios sobre López Cobos, el anterior director titular de la Orquesta del Teatro Real, y las adhesiones inquebrantables que recibió éste frente al actual director artístico del teatro.
Lo cierto es que viendo y escuchando Il postino se nota, se siente, que tiene ese carácter popular que caracteriza a los productos llegados de Los Ángeles, y más de Hollywood, verdadera máquina de hacer blockbusters. Ese género que para bien o para mal ha arrebatado a la ópera el carácter popular que tuvo en su momento, como ya intuyó Puccini que haría. Y al igual que la mayoría del cine que llega de allí, aunque sea con la coartada de alternativo o con el sello de qualité que pueda dar un Oscar o un premio en Sundance o de la crítica de Nueva York, lo cierto es que esta obra está hecha con la clara intención de ser popular y de dar a los cantantes libertad para cantar, incluido el hacer filigranas y gorgoritos con la voz si se presenta la ocasión. Nada de cantar reptando, boca abajo, etc. Lo máximo que se atreve el director de escena es poner al cartero, el tenor Leonardo Capalbo, en calzoncillos y a desnudar el busto y de espaldas a Matilde Neruda, la soprano Cristina Gallardo-Dômas, ante su marido Pablo Neruda, interpretado por el tenor Vicente Ombuena. Un ejercicio de sentimentalidad plana, que no tiene porque no ser verdadera ni dejar de ser cierta. Un ideal romántico que muchos y muchas persiguen, y se empeñan en vivir. Estamos, pues, ante un producto light, del estilo de una mayonesa o un queso ligeros, que por mucha grasa que se les quite siguen conteniendo el suficiente colesterol como para atorar las arterias varias veces. Y todos tan contentos, creyendo que están a dieta.
Se podrá discutir la necesidad de satisfacer a la nueva, emergente y pudiente clase social estadounidense de la cultura hispana y en español, que amenaza con convertirse en el segundo grupo étnico de Estados Unidos. También se puede discutir el hecho de que la lengua española, la palabra, es tan solo la expresión y el producto de una cultura que no es la anglosajona, y a esta cultura hay que darle sus óperas. Lo único cierto es que esta es una ópera hecha para las masas sin ningún pudor, que carga las tintas en una tradición romántica poco específica de una cultura concreta y más deudora de un melting pot global. Con sus mínimos comunes denominadores que hacen que no haya dudas en decir que esto es y no deja de ser nada más que una ópera y punto, si es que a estas alturas hay alguien que sepa lo que es esto. Cuya originalidad es tener un libreto en español y como figura de referencia a un poeta chileno y universal. Que para gusto y disgusto, hace sus guiños a la contemporaneidad incluyendo en escena música grabada que se hace sonar en un viejo tocadiscos. De nuevo lo light, evitando llevar el recurso a sus últimas consecuencias. Evitando lo bueno, tanto en lo musical como en lo literario, para abrazar el buenísmo. Evitando el sentimiento para abrazar el sentimentalismo, su fingimiento. A los que una orquesta que suena bien y agradable, unos cantantes que también lo hacen bien, si no se les exige grandes dotes actorales, una escenografía resultona y una eficaz dirección de escena les dota de credibilidad ante un público y una crítica que no sabe qué hacer con lo que les ofrecen. Pues por un lado están deseando aplaudirlo, lo han pasado bien, pero por otro se dan cuenta, pues no son tontos, de que esto ya no puede ser hecho hoy. De tal forma que todo se queda en un análisis técnico de la calidad de las voces y no de lo que esa calidad ofrece a lo que se cuenta y se canta. A lo que le acompaña una apurada reseña del desempeño de la orquesta y muchas páginas y mucho interés por la buena mala salud de Plácido Domingo que le permite salir con bien de los últimos achaques sufridos y seguir subiéndose a los escenarios e imponer programaciones.
El resultado es un lleno importante del teatro, una vez vencida la resistencia y el escepticismo que le precedieron y que produjeron una compra dubitativa de entradas. El resultado es una agradable velada sin sobresaltos para una tarde-noche de verano. Una coartada cultural. Y hasta política, si lo siguiera siendo el típico conflicto entre derecha e izquierda, entre fascismo y comunismo (¿pero no habíamos quedado que fueron lo mismo?). Hay amor, o lo que se piensa que es amor. Y hay amistad, o lo que se piensa que es amistad, entre clases. Convirtiéndose, probablemente sin quererlo, en una ratificación del statu quo. La confirmación de una idea y de la globalizada visión anglosajona del mundo. Escrita y cantada en español. Que nombra referentes culturales hispanos sin mostrarlos (¿qué se sabe de Neruda después de ver esta ópera? ¿Y de Allende? ¿Y de Chile? ¿Y del exilio que por razones económicas y, en definitiva, ideológicas sufren tantos latinoamericanos?). Convirtiéndose en aquello que el proyecto artístico de Catán quería evitar: hacer óperas dobladas al español. Pues no dejan de ser óperas que suenan en otro idioma, pertenecientes a otra cultura. A una cultura a la que miles de personas se aferran porque lo que ven, o lo que intuyen, fuera de ese constructo cultural es lo desconocido, para lo que todavía no tienen palabras. Un abismo que les provoca un sentimiento de miedo, de terror. Mejor quedarse donde uno se encuentra y felicitarse por ello. A salvo, seguro. Una conclusión que deja en el aire dos preguntas: ¿se puede señalar a este público por quedarse en el refugio?, y ¿el arte no es riesgo, aunque sea un riesgo controlado? Una respuesta afirmativa a la última ¿no debería significar que los que aman el arte, aman también el riesgo artístico? Preguntas que sobrevuelan sobre la reciente historia de la música que recuerda lo feliz que fue Schönberg jugando al tenis en Los Ángeles donde llegó huyendo del horror con nombre conocido: el nazismo.
Referencias
- Página del Teatro Real para Il Postino (en español)
- Conferencia de José Luis Téllez sobre Il Postino (en español)
- Clip promocional de la ópera de Los Ángeles para Il Postino (en español)
- Il Postino de Catán – grabación realizada en el Théâtre du Châtelet (en español)
- Playlist de YouTube sobre Il Postino del Théâtre du Châtelet (en español y francés)
- Comprendo – Duetto Cristina Gallardo-Domâs y Plácido Domingo (en español con subtítulos en inglés)
- Florencia en el Amazonas de Catán – Acto I, escena 1 (en español)
Otros Artículos