43º Certamen Tárrega: milagro en Benicàssim

Uno de los certámenes con más solera del panorama de eventos culturales de nuestro país nos hace preguntarnos por el problema de la desaparición de festivales.

C20090816_43-festival-tarrega-milagro-bennicassimuando hablamos de eventos culturales en España siempre resaltamos lo nutrido del panorama actual; lo bien que estamos en comparación con épocas pasadas; cómo ha cambiado este país culturalmente… Pero el tema es bastante más intrincado de lo que parece. Para empezar, sería absurdo negar los avances que en materia de infraestructura cultural se han producido; absurdo y, además, el retorno de nuestra afición por golpear la cabeza contra el muro, el lamento fácil y esa costumbre tan nuestra de ver en los otros la solución a nuestras carencias. Sin embargo, una vez eliminado de este artículo todo rastro de autoflagelación inútil y ya con la vista puesta en la realidad, no es menos cierto que el hecho de que España se llene de festivales en verano no es óbice para observar lo complicado que resulta mantener un evento vivo. Vayamos al grano. Por ejemplo, Sevilla parece ser la ciudad campeona en estas desapariciones. Por centrarlos en la música, existían en la capital andaluza eventos como el Festival de Jazz, que se inició junto al de Vitoria y por el que pasaron figuras como Miles Davis, Leonard Cohen o B.B King, el Festival de Música Contemporánea, el Festival de la Guitarra, el Festival de Música y Danza, donde se pudo  escuchar a Victoria de los Ángeles, Narciso Yepes o Tamás Vásáry… Casi todos ellos fundados en la década de los 80 del siglo pasado (que suena ya muy pasado) y hoy ecos lejanos de melancólico recuerdo. Pero no todo queda en Sevilla, claro. Sevilla es especial pero no tanto. Son decenas los festivales que, después de unos años de gloria (a veces bastantes), desaparecen sin casi dejar rastro. Sólo hace falta un poco de paciencia frente a Google para darse cuenta del trajín de inauguraciones y olvidos en nuestra panoplia de festivales. Pero claro, es que no es fácil mantener un festival. Cuesta dinero, y sobre todo, cuesta pasión y honestidad en la forma de llevarlo a cabo… En este aspecto, resulta determinante que exista verdadero compromiso institucional, alma económica real de todo evento cultural que se precie, y tantas veces sujeto a la terrible deriva de lo político.

En este contexto e insistiendo –no nos cansaremos- en que la vida cultural española ya no es la de otros tiempos, y blablabla, blablabla…, de repente, aparecen casos como el que nos ocupa. El Certamen Internacional de Guitarra Francisco Tárrega cumple su 43 edición, y ¡parece que goza de excelente salud! Pero ¿por qué un certamen-festival dedicado a un único instrumento (eso sí, que cuenta con innumerables matrículas en todos los conservatorios españoles), que se celebra en una ciudad pequeña como Benicàssim y sin gigantescos presupuestos, logra mantener el cartel durante casi un lustro? Quizá encontremos razones compartidas para explicar el hito y dar una buena receta. Por un lado, el tesón de los organizadores directos resulta esencial, aunque se suele dar por defecto (para eso son los emprendedores…); por otro, unas administraciones públicas que sepan comprender que la cultura puede hacer “marca”, que no es incompatible desarrollar eventos culturales verdaderamente Culturales con crear un público. Y cuando se crea un público entusiasta, tenemos evento para rato. Esto es así y así ha sido siempre. Si no, que se lo digan a otros, diminutos al principio, como el Festival Chopin de Valldemossa (Mallorca), recuperado en 1981 después del silencio de la dictadura, y que se ha venido celebrando de forma ininterrumpida hasta la presente edición. Se podrá alegar que un certamen de guitarra, con unos pocos conciertos públicos, no es lo mismo que un festival con una programación de días y varios conciertos diarios. Es cierto, pero también hay que reconocer que convencer a la fría administración y a tantos y tantos –más en los tiempos que corren- que aportar varias decenas de miles de euros para unos señores que se sientan agarrados a una guitarra, que no es flamenca, que encima no es eléctrica, y que –por tanto- nada de masas en grandes recintos, la tele, la radio… Convencerles no es fácil, créanlo. En este caso, está claro que están convencidos desde hace mucho. Y también existe la inercia (y con esto no queremos quitar mérito a nadie). Hay que ser verdaderamente cazurro para cargarse un evento que lleva 50 años. Sin embargo, todos sabemos que  haberlos, haylos

Y ahora pasemos a la información. El presente Certamen de Guitarra Francisco Tárrega, nos ofrecerá, además de las sesiones propias del concurso (días 31 de agosto y 1 y 2 de septiembre), tres conciertos complementarios a cargo de los guitarristas Fernando Espí (día 28 de agosto) –brillante intérprete, especializado en el siglo XIX guitarrístico-, Bob Brozman (día 29) –maestro de técnicas lejanas a la guitarra clásica (tapping, slide…), con vínculos en diferentes culturas, que ofrecerá un concierto poco habitual-, y José Luis Ruiz del Puerto (día 30) –excelente guitarrista, muy preocupado por la música de nuestro tiempo, aunque en este caso le escucharemos con un programa mixto que incluye Tárrega y un estreno absoluto con orquesta del compositor Vicente Roncero-. La sesión final del certamen tendrá lugar el día 4 de septiembre y se interpretarán obras de Heitor Villa-Lobos, Mario Castelnuovo-Tedesco, Joaquín Rodrigo, Tomás Marco y Francisco Tárrega.

Sólo nos queda felicitar a todos los involucrados en el certamen, deseándoles muchos años más de éxitos (al menos de existencia). Desde luego, premio a la constancia sí lo hay, no en vano el festival se celebra bajo del amparo de la UNESCO como miembro de su Asociación Mundial de Festivales Musicales Internacionales, ostentando además un flamante Óscar de Oro a la mejor labor de promoción musical. En resumidas cuentas, que aquí el tópico unamuniano que inventen ellos ya no vale; en lo que a eventos culturales se refiere casi todo está inventado, sólo hay que hacer una gestión inteligente y honesta. Y esto quiere decir pensar en que el público “también” es inteligente y no le alcanza con que le traigan al Bisbal de turno todos los veranos.

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